Por Ricardo Andrade Jardí
El toque de las campanas de la Catedral, comandada por el protector y solapador de pederastas (violadores sexuales de niños y niñas para decirlo en castellano) Norberto Rivera, intentaban, en un claro acto de provocación y censura contra la III asamblea de la Convención Nacional Democrática (CND), que agrupa a delegados de todo el país como representantes del gobierno legítimo reunidos en la Plaza de la Constitución del zócalo capitalino, que sigue siendo pública gracias a Dios en el aún Estado laico que se supone es nuestro país, demuestra que la censura viene de todos los poderes de facto que se constituyeron abiertamente a partir del fraude electoral del 2006, del que es parte fundamental la red de pederastas que se ha resguardado bajo las faldas de la jerarquía de la Iglesia Católica, la que en México siempre ha estado del lado de los explotadores y los saqueadores ladrones, que tanto daño le han hecho al país.
La anécdota del repique de campanas devela nuevamente el lado político que ha decidido tomar la jerarquía católica, en el que por cierto se arraigan en los imaginarios de la impunidad y la corrupción, lo que no le es ajeno a la historia de la Iglesia Católica mundial, que es la misma que bendijo los aviones que bombardearon y destruyeron la ciudad vasca de Guernica, entre otras cosas, que guardaron silencio ante la existencia de los campos de exterminio nazis y que fueron importantes activistas de la dictadura militar de Argentina y cómplices de la desaparición forzada de personas y del secuestro de niños arrebatados de sus familias en ese oscuro episodio del Continente.
Pero de todas formas y ante los intentos de la censura del desgobierno usurpador de FeCal, el que sería incapaz de convocar al 0.5% de los reunidos por la CND en un acto público y sin el Estado Mayor Presidencial (EMP), esa especie de ejército paralelo que acompaña el miedo del lacayito usurpador, usurpando las funciones del Ejército Nacional, y por ende constitucional, de México, del silencio de la telecracia o de la ignorancia y mediocridad aritmética de los diversos periodistas a modo e intelectuales orgánicos, que parece que no pasaron, no digamos por la universidad, ni por la primaria, la III Asamblea de la CND reunió a cientos de miles de delegados del todo el país para acordar las nuevas estrategias en defensa de la soberanía nacional y de la industria energética puesta a remate por la usurpadora tecnocracia que desgobierna este país desde cuando menos 1988, con la complicidad de todos aquellos que en el discurso defienden con vehemencia la libertad y la democracia, pero que en la práctica: la censura, la opresión y la represión son su verdadero actuar.
Antes lo hemos escrito y conviene recordarlo aunque nos repitamos: México se debate entre dos imaginarios, por un lado el México de los privilegios de los menos contra la sobreexplotación de los más, un México que se escuda en la corrupción y la impunidad hasta los extremos de la decadencia ética y política; por el otro un México en lucha constante por conquistar la felicidad, por no renunciar a la esperanza, en busca de un México con justicia y dignidad. El primero se cimienta con las subjetividades de la opresión y la represión, que son, a fin de cuentas, las "razones" del confort y la mediocridad. En el segundo se cimientan las subjetividades de resistencia y esperanza que dan las razones de la justicia y la dignidad frente a los intentos de imponernos la manipulación y la enajenación de los primeros.
La CND es un respiro de esperanza, en un país que "parece" controlado por los teletones y los obispos que protegen pederastas, una esperanza de dignidad ciudadana frente a la farsa de la trasnacional "Democracia Corporation S.A.".
El silencio de la dictacracia es el ladrido de los perros, es el saber que aquí estamos, que caminamos y que cada día somos más los que estamos marchando por la refundación de una Nueva República.
Que repiquen las campanas de las catedrales anunciando que el pueblo de México ha decidido erradicar para siempre la impunidad y la corrupción. México siempre fiel a su tradición republicana.
¡Viva el Estado laico! ¡Viva México, cabrones!
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