martes, noviembre 20, 2007

Pide el clero español “perdón” por el apoyo a Franco

El presidente del Episcopado aboga por la reconciliación y que “haya luz sobre el pasado”

Armando G. Tejeda (Corresponsal)

Madrid, 19 de noviembre. El obispo de Bilbao y presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Ricardo Blázquez, pidió hoy “perdón” en nombre de la Iglesia católica por su papel durante la Guerra Civil española (1936-1939), en lo que fue el primer acto de esta naturaleza de la jerarquía eclesiástica, la cual amparó y bendijo a las huestes fascistas durante el enfrentamiento bélico y posteriormente apoyó sin fisuras la larga dictadura de Francisco Franco.

Al evocar la figura del mítico cardenal Vicente Enrique Tarancón –hombre clave durante los años de la transición a la democracia–, el obispo de Bilbao sorprendió al resto de cardenales y obispos congregados en la Asamblea Plenaria de la CEE.

En el seno de la jerarquía católica española existen dos visiones para afrontar el pasado y el presente: por un lado, la liderada por Blázquez, que aboga por la reconciliación entre españoles y por asumir íntegramente el espíritu del Concilio Vaticano II, que proclama la separación de la Iglesia de cualquier poder político y económico.

El segundo grupo, mayoritario y que tiene como principal exponente al cardenal de Madrid, Antonio María Rouco Varela, se niega a reconocer su responsabilidad en la guerra fratricida y en la dictadura, además de que apuesta por una abierta pugna con el gobierno del socialista José Luis Rodríguez Zapatero.

En medio de un clima de confrontación ante las inminentes elecciones generales de marzo próximo, el presidente de la CEE dio un paso al frente para expresar el reconocimiento de “actuaciones concretas” por parte de la Iglesia durante la Guerra Civil.

“Fue un periodo agitado y doloroso de nuestra historia; la convivencia social se rompió hasta tal punto que en guerra fratricida lucharon unos contra otros. Con sus conclusiones, los investigadores nos ayudan a comprender hechos y datos, causas y consecuencias; sus interpretaciones, debidamente contrastadas, nos acercan con la mayor objetividad posible a la realidad muy compleja.

“Deseamos que se haga plena luz sobre nuestro pasado: qué ocurrió, cómo ocurrió, por qué ocurrió, qué consecuencias trajo. Esta aproximación abierta, objetiva y científica, evita la pretensión de imponer a la sociedad entera una determinada perspectiva en la comprensión de la historia. La memoria colectiva no se puede fijar selectivamente; es posible que sobre los mismos acontecimientos existan apreciaciones diferentes, que se irán acercando si existe el deseo auténtico de comprender la realidad”, expuso.

Blázquez, nacido en 1942 en la provincia de Ávila, habló en concreto del “decenio de los treinta”, es decir, cuando se instauró la efímera II República española y cuando estalló la Guerra Civil, que culminó en 1939 con la toma del poder del militar fascista Francisco Franco.

Blázquez afirmó en nombre de la CEE que quería hacer una “acción de gracias por los dones recibidos, reconocimiento de nuestros pecados y petición de perdón, y confianza en las promesas de Dios”, sobre estos hechos que marcaron la historia de España, tras recordar unas palabras del fallecido papa Juan Pablo II: “También España se vio arrastrada a la guerra civil más destructiva de su historia.

No queremos señalar culpas de nadie en esta trágica ruptura de la convivencia entre los españoles. Deseamos más bien pedir el perdón de Dios para todos los que se vieron implicados en acciones que el Evangelio reprueba, estuvieran en uno u otro lado de los frentes trazados por la guerra. La sangre de tantos conciudadanos nuestros derramada como consecuencia de odios y venganzas, siempre injustificables”.

Blázquez, que ha hecho la mayor parte de su carrera pastoral en el País Vasco, culmina el próximo año su mandato como presidente de la CEE. Por eso adquiere más importancia el mensaje conciliador y de reconocimiento de los excesos cometidos por la Iglesia durante aquella etapa histórica, en la que también fueron asesinados centenares de sacerdotes por parte del bando republicano.

El prelado de Bilbao se sirvió de la reciente beatificación de 498 “mártires” por parte del Vaticano, todos ellos próximos al bando franquista, para hacer este primer reconocimiento público. “En muchas ocasiones tendremos motivos para dar gracias a Dios por lo que se hizo y por las personas que actuaron; y probablemente en otros momentos ante actuaciones concretas, sin erigirnos orgullosamente en jueces de los demás, debemos pedir perdón y reorientarnos, ya que la purificación de la memoria, a que nos invitó Juan Pablo II, implica tanto el reconocimiento de las limitaciones y de los pecados como el cambio de actitud y el propósito de la enmienda”, declaró.

Volver al pasado, un desacierto

Insistió en que “no es acertado volver al pasado para reabrir heridas, atizar rencores y alimentar desavenencias. Miramos al pasado con el deseo de purificar la memoria, de corregir posibles fallos, de buscar la paz. Recordamos sin ira las etapas anteriores de nuestra historia, sin ánimo de revancha, sino con la disponibilidad de afirmar lo propio y de fomentar al mismo tiempo el respeto a lo diferente, ya que nadie tiene derecho a sofocar los legítimos sentimientos de otro ni a imponerle los propios. La búsqueda de la convivencia en la verdad, la justicia y la libertad debe guiar el ejercicio de la memoria”.

En cuanto a la beatificación llevada a cabo el pasado 28 de octubre en Roma, de la que fueron excluidos los sacerdotes asesinados por el bando fascista, Blázquez añadió que ésta “no supone desconocimiento ni minusvaloración del comportamiento moral de otras personas, sostenido con sacrificios y radicalidad. Ante toda persona que lucha honradamente por la libertad de los oprimidos, por la defensa de los pobres y por la solidaridad entre todos los hombres inclinamos nuestra cabeza”.

Las palabras de reconciliación y de contrición del obispo de Bilbao contrastan con las afirmaciones de algunos sacerdotes y obispos españoles que defienden abiertamente el régimen impuesto a sangre y fuego por Franco. Como las del pastor de la iglesia del Valle de los Caídos, que ayer, durante la misa en recuerdo de Franco y José Antonio Primo de Rivera, afirmó que el golpe de Estado de 1936 era “algo inevitable y era precisa una reacción para iniciar la gran catarsis nacional. Esos hechos históricos son vistos hoy como una historia de salvación”.

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