Ricardo Andrade Jardí
La salida de Carmen Aristegi de la W Radio es, como ya lo han comentado diversos analistas y medios, un acto de censura y la demostración de que la telecracia busca uniformar criterios de pensamiento que le favorezcan en su lucha por mantener, al costo que sea, los privilegios de su impunidad corrupta, que son los mismos que persigue el grupo Editorial PRISA que es, en realidad, el que cerró las puertas de una de las últimas voces críticas que había logrado mantenerse a través del noticiero Hoy por hoy, con la atinada conducción de Aristegi, en el corazón mismo de la monopólica telecracia, tan envalentonada para "defender la libertad de expresión" y tan hipócrita en su política de censura contra la libertad de expresión que se aleje de sus intereses y de su particular visión sobre "su libertad de expresión".
Una particularidad del temperamento melancólico consiste en ir perdiendo el valor de las cosas que antes tenían un valor, es decir, cuando se llega a la depresión crónica o a la psicosis (suicida) es necesario que paulatinamente la cosas que algunas vez significaron algo: el estudio, la escuela, la música, la Navidad, el cine, los amigos, la familia... dejen de tener valor, dejen de importarnos y sobretodo dejen de generarnos algún sentimiento.
Más o menos así se siente un número amplio de radioescuchas que ante la cancelación-censura del noticiero Hoy por hoy de la W radio, que a su vez se enlazaba con otras cadenas de radio de la provincia, para los que ha dejado de tener valor el escuchar la radio, los invade la frustración ante un acto que saben injusto y se sienten impotentes y aunque, sin ser concientes, todavía, cuentan con el mejor instrumento de denuncia, que es apagar la radio, contra el acto que si bien es injusto para la comunicadora y su equipo editorial, es igualmente indignante para su auditorio, al que sin la menor preocupación los directivos de la cadena de radio (Televisa y el grupo editorial PRISA), le han importado un cacahuate a pesar del alto rating del programa. Han censurado el noticiero de radio más escuchado hasta el viernes 4 de enero. Han decidido censurar la línea editorial de un programa que dio siempre voz a todas las partes, pero, sobre todo, que dio voz a los que no la tienen, a los que son sistemáticamente difamados y jamás reciben el derecho de réplica que debe tener todo código de ética de un medio de comunicación que se pretenda plural en un país que se presume "democrático"; dio voz Aristegui a los que en el ideal de la "libertad de expresión" que la telecracia dice defender, no la tienen, porque no conviene que la tengan.
Pero la melancolía que hoy se experimenta tiene dos ventajas, la posibilidad de apagar de una buena vez y para siempre a la telecracia, lo que rápidamente se traducirá en que empezaremos ha ser una mejor sociedad y una humanidad más justa, esa puede ser nuestra gran respuesta ante la impotencia que nos supone la injusticia y por otro lado hoy los ciudadanos que decidan desenchufarse, de una vez por todas de la telecracia, pronto encontrarán otras formas de informarse a través de las redes alternativas de contrainformación que cada día se extienden más por todo el país (radios comunitarias, prensa impresa y virtual, radio, video y T.V. en internet, etc.) y que impulsan a los receptores a ser ellos mismos su propia radio, su propia tele, su propia prensa, es decir, que impulsan la imaginación creativa y transformadora y abren al sujeto a la crítica de su realidad concreta y a la acción para modificarla, a diferencia de la telecracia que impulsa pensamientos únicos y reacciones pasivas.
La censura a Carmen Aristegi no es más que la reacción lógica de un sistema que se ha empantanado en las patrañas de su mentira, en un aparato que no soporta ya la verdad, pues hizo de la mentira su religión y del dinero un Dios.
Junto con la censura a José Gutiérrez Vivo (Monitor) la de Carmen Aristegi, son el principio de una serie de actos con los que se intentará imponer una única visión de la "realidad" en un país que, mientras tanto, entra en el camino de la militarización y el empobrecimiento, con un Poder Legislativo --todo-- que eligió sólo ser la comparsa de la rapiña, esperando recibir algún desperdicio de carroña, incapaz de defender los derechos más elementales de sus "representados".
Hoy sabemos de estos casos porque se trata de personajes que de todas formas han mantenido una relación "laboral" con la estructura del poder y con los poderes de facto, pero poco sabemos de las radios comunitarias que son sistemáticamente desmanteladas o de los presupuestos cada día más escasos para las radiodifusoras culturales del Estado, que sufren igualmente la censura, la persecución, el desempleo, las amenazas y, sin embargo, rara vez nos enteramos, pues no se trata ni de Monitor ni de W Radio. Es pues el largo principio de lo que será México si no actuamos pronto y apagamos a la telecracia para permitirnos volver a ver las estrellas mientras soñamos la refundación ética de nuestra laica República, para lograr un Despertar Ciudadano que conquiste lo más pronto posible ese sueño posible.
¡Apaguemos la telebasura y encendamos un libro! Aún estamos a tiempo de cambiar la historia que nos quieren imponer para erigir la que como pueblo decidamos escribirnos.
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