lunes, marzo 24, 2008

Astillero

Julio Hernández López

A los medios de comunicación alineados al calderonismo no les preocupa de verdad lo que suceda dentro del PRD (ni la limpieza electoral, ni la democracia partidista, ni la modernidad y fortalecimiento de esa opción: si tanto les escocieran los fraudes electorales lo habrían demostrado de 2006 a la fecha). Lo que les mantiene en pie de guerra es la posibilidad de que a partir de mañana se desate un movimiento masivo de rechazo a la privatización petrolera que signifique la primera reactivación firme del segmento de centro izquierda que, contra los cálculos de sus adversarios, ha sobrellevado el golpe conjunto dado en la pasada elección presidencial por los poderes fácticos para imponer a un funcionario ilegítimo, y la posterior campaña intensiva de polarización y ridiculización con la que se ha querido exterminar la resistencia moral, política y social a esa imposición sucia.

Hasta ahora ese movimiento social encabezado por Andrés Manuel López Obrador ha desarrollado una agenda política de sobrevivencia y organización que ha sido ignorada, calumniada y deformada por los medios de comunicación aliados al calderonismo. Pero a partir de mañana, con el inicio de los cercos cívicos en instituciones demeritadas, como las cámaras legislativas, ese mismo movimiento tendrá un horizonte informativo más amplio, al que corresponderá el acrecentamiento de las pautas propagandísticas adversas. A esa necesidad, impuesta por las circunstancias, de dar noticia de lo que suceda con una resistencia civil pacífica que estará dando pasos más allá de la línea legalista, las pantallas, la radio y las planas felipizadas agregarán los aderezos televisivos coleccionados a lo largo de la semana reciente: los vicios de la elección interna del PRD trata- rán de ser trasladados a los resistentes civiles, y la descalificación hipócrita, selectiva y manipulada de lo sucedido en los comicios del sol azteca será transferida en automático a la movilización por comenzar.

Una pieza importante en esas maniobras en busca de tesoritos en aguas profundas es Cuauhtémoc Cárdenas, quien ha creído oportuno asomarse al conflicto perredista con la demanda de que los comicios sean anulados. Mucha autoridad moral tendría para hacer esas propuestas si hubiera mostrado la misma enjundia declarativa y el mismo asco ante las suciedades electorales en 2006, cuando su partido, y el candidato de ese instituto (más allá de sus preferencias o sus fobias personales), fueron víctimas de un fraude electoral que el rencoroso y planeador Cárdenas no quiso ver, puestos sus interesados ojos más en el futuro de su hijo gobernador, al que ya había salvado de la quemazón producida por los escándalos videográficos de Carlos Ahumada, quien financió parte de la campaña electoral de Lazarito, impuso funcionarios-cobradores en cargos del gabinete de Batel y sostuvo prolongada relación política y económica por conducto de la trianguladora Rosario Robles. El fundador del PRD, y tres veces candidato presidencial, prefirió frente al fraude electoral felipista el silencio y la ceguera y, desde entonces, ha mantenido una actitud de colaboración con el ocupante de Los Pinos.

En el ring perredista las cosas siguen más o menos igual, a una semana del ríspido golpe de encuestadoras con el que se frenó la tendencia fraudulenta que daría el triunfo estructural a los chuchos, que ya estaban listos para zafarse de las propuestas de resistencia a la privatización de los energéticos. A fin de cuentas, la corriente denominada Ni izquierda puede entregar cuentas medianamente satisfactorias a sus aliados de Los Pinos, pues el espectáculo de marrullerías ofrecido a los medios, sobre todo a las televisoras, habrá de tener un impacto importante en el ánimo electoral y, desde luego, en el segmento de ciudadanos despolitizados, para los que los noticiarios de Televisa y Televisión Azteca son la biblia política. Alejandro Encinas, mientras tanto, apenas ha atinado a sugerir que las sesiones de cómputo sean abiertas al conocimiento de los medios de comunicación, aferrados unos y otros a mantener la vigencia de un proceso tan estancado que el mismo árbitro oficial, Arturo Núñez, ha anunciado que no habrá resultados oficiales hasta que se “destrabe” el conflicto político entre los contendientes. De hecho, con esas consideraciones, Núñez ha dictaminado inválido el proceso electoral, al sustraerlo del cauce institucional que le correspondería e instalarlo en la mesa de negociación política de los competidores.

Los priístas ni siquiera han tenido en estos días el aliciente de las emociones fuertes. Ayer, por ejemplo, apenas se permitieron algunas declaraciones insípidas y recurrentes a cargo de personajes menores (“que se reabran las investigaciones”, “que haya justicia”, “que se conozca la verdad”, dicen año tras año, y a veces ya ni eso) para recordar que catorce años atrás fue asesinado Luis Donaldo Colosio. Dominados por el futurismo coaligado de la dupla MaGa (Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa) y con una lideresa formal convertida en fantasma (Beatriz, parece) los priístas, como colectividad, son simples testigos de la manera en que los mismos intereses que participaron en crear el ambiente propicio para el asesinato de Colosio, y en el encubrimiento de los responsables reales de ese crimen, preparan nuevas etapas políticas, en coordinación con el felipismo caído en esas mismas garras. ¡Está pelón el asunto!

Y, mientras se alistan quienes participarán en las acciones de defensa del petróleo mexicano (y también quienes estarán a la distancia, pero solidarios, ayudando en la medida de sus posibilidades), ¡hasta mañana, en esta columna que ve cómo el jefe de la ultraderecha mexicana, Juan Sandoval Íñiguez, se aferra a su cargo cardenalicio (al que deberá renunciar el próximo 28, al cumplir 75 años) aduciendo que el Papa “con sabiduría y delicadeza ha permitido” a otros prelados dimitentes “continuar ejerciendo su potestad de gobierno diocesano por un tiempo prudente” más!

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