El escaparate político de las Olimpiadas
México, D.F. (apro).- A cinco meses de que se inauguren los Juegos Olímpicos de Beijin, en la provincia del Tibet ocupada por China hay una revuelta general. El conflicto no es nuevo ni tampoco las manifestaciones en contra de la dominación china, que se realizan cada marzo desde hace 49 años. Sólo que ahora, con los ojos del mundo vueltos hacia allá, han cobrado dimensiones internacionales mayúsculas.Más allá de si quienes protestan decidieron aprovechar la coyuntura para poner en jaque al gobierno comunista chino, que desea utilizar los juegos para presentarse como un régimen moderno, lo cierto es que todas las Olimpíadas de la era actual han fungido como un escaparate de los conflictos políticos, ya sea del país anfitrión o de las naciones participantes.Aunque sus organizadores han insistido en presentarlas como apolíticas, ni siquiera su creador, Pierre de Coubertin, fue ajeno a esta motivación, ya que en un mundo plagado por la guerra, su idea era revivir la tregua olímpica de la antigua Grecia y unir a la juventud mundial mediante el espíritu del deporte.Pero ni siquiera éste principio se ha cumplido, ya que mientras los helenos dejaban de guerrear para competir por la gloria deportiva, en el siglo pasado tres Olimpíadas tuvieron que ser suspendidas a causa de la I y II Guerras Mundiales. Varias han estado sujetas a boicots por motivos políticos, a protestas dentro y fuera de los escenarios olímpicos y, algunas, hasta han sufrido actos terroristas.En sí, ninguna de las Olimpiadas se ha salvado por completo de alguna expresión política. Ya de arranque hubo conflicto, porque Grecia consideró que si se reeditaba un evento que le era propio de origen, todas las Olimpíadas modernas también tenían que realizarse en Atenas, lo que no comulgaba con la idea de Coubertin de hacer de los juegos una celebración mundial y, por lo tanto, itinerante. Pese a la normatividad establecida para la asignación de las sedes, este punto no ha dejado de ser motivo de disputas y, en buena parte, refleja la correlación de fuerzas a nivel internacional. Muchas sedes se han negado o cancelado por conflictos políticos o, inclusive, armados; pero otras, por la simple incapacidad económica de muchas naciones para celebrar unos juegos que se han convertido en un espectáculo masivo y cada vez más costoso.Aunque la sede se otorga a ciudades y no a países, si se revisa la lista de dónde se han realizado las Olimpíadas, se verá que hay naciones que han repetido, mientras regiones enteras nunca han albergado una. Individualmente, Estados Unidos se lleva la palma con cuatro. Europa, en conjunto, lleva realizadas 14. Australia ha logrado hacerse de dos. La Unión Soviética y Canadá han tenido que conformarse con una. En Oriente se han realizado tres y en América Latina sólo México consiguió una. En África, Medio Oriente y Asia Central no se ha llevado a cabo ninguna.El mapa de quienes han tenido la prerrogativa olímpica coincide notoriamente con las supremacías políticas y económicas del último siglo: el Occidente sobre el Oriente y el Norte industrializado sobre el Sur en desarrollo. También indica, sin duda, dónde han estado los principales polos de conflicto.La evolución de las Olimpíadas igualmente ha sido paralela a fenómenos sociales. La participación de las mujeres, por ejemplo, ha ido aumentando, en tanto que al principio era mínima, ya que al sexo femenino se le consideraba “demasiado delicado para el deporte”. El espectro racial, que se centraba en el elemento caucásico, se ha ampliado hoy a todas las razas.
Historia de conflictos
Más allá de estos grandes lineamientos que han ido permeando al olímpismo, casi en todas las justas se han suscitado hechos que reflejan la situación del momento. En las dos primeras Olimpíadas de Atenas y París, por ejemplo, además de los pocos participantes, el escaso público y la deficiente organización, se hicieron presentes los problemas financieros.La primera edición estadunidense en St. Louis (1904) enfrentó la ausencia de la mayoría de las naciones europeas, tanto por costos como por sensibilidades políticas. Coubertin tampoco asistió. En la fiesta de apertura se presentó el “Anthropological Day”, en el que desfilaron las razas “inferiores”, como negros, indios y orientales. Considerando que no tenían capacidad para competir con las razas “superiores”, para estos se organizó una competencia paralela.En Londres (1908) se hicieron presentes las primeras expresiones políticas. Finlandia, que estaba bajo el dominio ruso, fue obligada por Moscú a desfilar con la bandera del zar, pero los deportistas optaron por salir sin bandera. Las tensiones con Washington se expresaron en que la única bandera que no ondeó en el estadio olímpico fue la de Estados Unidos. Los británicos esgrimieron que “no encontraron” una bandera norteamericana.La de Estocolmo, en 1912, fue la primera que transcurrió sin contratiempos y que tuvo un carácter propiamente olímpico. También fue la primera que incluyó actividades culturales paralelas. Cancelada la Olimpíada de 1916 por la I Guerra Mundial, la de 1920, en Amberes, en lugar de una fiesta de inauguración celebró una misa en conmemoración de los muertos. Alemania, Bulgaria, Austria, Hungría y Turquía, enemigas de Bélgica durante el conflicto, no asistieron.En 1924, París repitió sede. Sin embargo, los norteamericanos protestaron por la reciente ocupación de la región alemana del Ruhr por parte de los franceses y, debido a las presiones de Francia, Alemania no asistió.En Amsterdam, en 1928, no hubo grandes sobresaltos, pero empezó a delinearse el olimpismo como espectáculo. El interés de la prensa se incrementó y surgieron los ídolos deportivos como Johnny Weissmüller, quien más tarde protagonizaría a Tarzán. El atletismo se abrió por primera vez a las mujeres. Coubertin se retiró y Alemania regresó a los juegos después de 16 años de ausencia.La Olimpíada de Los Ángeles en 1932 ya no presentó un espectáculo “antropológico”. La delegación norteamericana inclusive incorporó a elementos de “color”. Sin embargo, no pudo ocultar el régimen de segregación racial. Los juegos tampoco pudieron sustraerse a los efectos del crack de la Bolsa en 1929.La de Berlín 1936 ha sido la más infiltrada por la política. Adolfo Hitler pretendió convertirla en una demostración de superioridad de la raza aria. Si bien su pretensión se vino abajo con las cuatro medallas de oro del negro norteamericano Jesse Owens, el Führer lo desairó. Cabe decir, que el presidente Franklin D. Roosevelt tampoco recibió a Owens y no fue sino hasta 40 años después, que Gerald Ford reconoció sus méritos otorgándole la Medalla de la Libertad.También, por supuesto, estuvo presente el antisemitismo. El ideólogo nazi, Julius Streicher, calificó a las Olimpídas como “un infamante festival dominado por los judíos” y Hitler quiso sacar del comité organizador a su presidente, Theodor Lewald. Esto fue impedido por el Comité Olímpico Internacional (COI), que amenazó con cambiar la sede. Por otra parte, el comité nacional de Estados Unidos vivió una enconada lucha interna entre quienes querían y no boicotear los juegos.Para 1940 Tokio era la sede, pero China, que había sido invadida por los japoneses, protestó. La Olimpíada fue transferida a Helsinki, pero Finlandia fue invadida por los soviéticos. Al final, la II Guerra Mundial se impuso y no hubo juegos. Lo mismo ocurrió en 1944.En 1948 Londres recuperó la sede, pero los estragos de la guerra se hicieron patentes en los resultados olímpicos. Una generación completa de deportistas había dejado de entrenar y competir, sin contar con los que quedaron lisiados o murieron en los campos de batalla o de concentración. Alemania y Japón, los derrotados, fueron excluidos.En Helsinki (1952), la Guerra Fría hizo su aparición en el deporte. Pese a las presiones de Estados Unidos, el Comité Olímpico soviético fue reconocido por el COI, y Washington y Moscú libraron una feroz batalla en las canchas. Sin reconocimiento internacional, la República Democrática Alemana (RDA) se negó a participar bajo la bandera de la República Federal (RFA).Sin alternativa, en la siguiente Olimpíada de Melbourne (1956), la RDA aceptó desfilar bajo la bandera de la RFA, pero compitió por separado. Suiza, España y los Países Bajos boicotearon los juegos por la entrada de los soviéticos en Hungría. Egipto, Irán y Líbano tampoco participaron, por la actuación de Israel en la crisis de Suez. En Roma, en 1960, continuó la competencia de bloques y los juegos evocaron el dominio del Imperio Romano sobre la antigua Grecia. Como evidencia de la influencia vaticana sobre Roma, el papa Juan XXIII encabezó la ceremonia de inauguración.Tokio recuperó en 1964 la sede perdida por la guerra, pero ésta estuvo presente. En la ceremonia de inauguración, la antorcha fue portada por un joven de 19 años, que nació en una aldea cercana a Hiroshima el misma día en que cayó la bomba atómica.Los Juegos Olímpicos de México (1968) estuvieron a punto de cancelarse por los conflictos que los rodearon. El movimiento estudiantil agitó la capital durante los meses previos y la matanza de Tlatelolco, ocurrida apenas diez días antes de la inauguración, provocó la virtual militarización de los juegos. En el estadio olímpico, los atletas estadunidenses Lee Evans, John Carlos y Tommie Smith crearon conmoción cuando, al subir al podio, levantaron el puño enfundado en un guante negro, como símbolo del poderío de su raza. En plena lucha por los derechos civiles, los tres fueron expulsados de la delegación norteamericana y obligados a abandonar la Villa Olímpica.En Munich (1972) corrió la sangre. Once deportistas israelíes fueron asesinados por un comando palestino. En la ceremonia de inauguración, hubo un homenaje para los judíos muertos en el cercano campo de concentración de Dachau; en la de clasura, otro para los caídos en la Villa Olímpica.La siguiente justa en Montreal (1976), se vivió bajo el miedo de otro atentado. Además, 28 naciones africanas se retiraron, en protesta por la participación de Nueva Zelanda, que había jugado rugby con Sudáfrica, nación no reconocida por el COI debido al régimen del apartheid. Los israelíes desfilaron con una cinta negra en el brazo, en remembranza de sus compatriotas asesinados en Munich.La de Moscú (1980) reflejó como nunca las tensiones de la política internacional: 81 países, encabezados por Estados Unidos, no asistieron en boicot por la invasión soviética de Afganistán. El gobernador de Montreal, representante de la sede anterior, tampoco llegó y algunas delegaciones portaron en protesta la bandera olímpica en lugar de su bandera nacional. La pugna se extendió a Los Ángeles (1984), ya que, en represalia, exceptuando a Rumania, ningún país del bloque socialista asistió. Moscú argumentó “falta de seguridad para sus atletas y utilización del evento para hacer propaganda antisoviética y anticomunista”.La designación de Seúl como sede en 1988 atizó el conflicto entre las dos Coreas. La del Norte reivindicó su derecho a coparticipar en la organización, pero el COI sólo reconoció a la del Sur. Entonces, los atletas norcoreanos no participaron, secundados por Cuba y otros cinco países comunistas. Caído el Muro de Berlín, en Barcelona (1992) los juegos se desarrollaron sin mayores conflictos. Alemania participó ya reunificada y Sudáfrica por primera vez, luego de la derrota del apartheid. Sin embargo, fuera de las canchas hubo algunas protestas, al coincidir el evento con los 500 años de la llegada de los conquistadores españoles a América.En Atlanta (1996), la nota la puso la explosión de una bomba en el Parque Centenario, que causó un muerto y 111 heridos. El autor, detenido hasta 2003, presuntamente pertenece a un grupo ultraderchista, vinculado con otros atentados. En el estadio, lo destacado fue la participación de las 15 repúblicas exsoviéticas, por primera vez con su propia bandera. La Olimpíada de Sidney (2000) cargó con el estigma de haberle arrebatado la sede del Centenario a Atenas por cuestiones mercantilistas. En desagravio a los aborígenes australianos, la atleta Cathy Freeman encendió la llama olímpica. Afganistán fue suspendido en castigo al régimen Talibán y las dos Coreas desfilaron bajo una misma bandera.Invadido por los estadunidenses, ya en Atenas (2004) Afganistán regresó al escenario olímpico y fue recibido con calurosos aplausos, al igual que la delegación de Irak. Estados Unidos, en cambio, se llevó la más sonada rechifla, por la invasión de ambos países. Las dos Coreas volvieron a desfilar juntas, pero compitieron separadas, y Timor Oriental desfiló por primera vez como nación independiente.
Ahora es el turno de China con el Tíbet. (7 de abril de 2008)
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