Por Gilberto Balam Pereira
La estructura del plan del Area de Libre Comercio de las Américas o ALCA se llevó a cabo en la Cumbre de las Américas en Miami en 1994 con asistencia de 34 Jefes de Estado, con excepción de Cuba.
Se acordó eliminar progresivamente las barreras al comercio y a la inversión. Resolvieron igualmente que las negociaciones con miras a lograr el acuerdo finalizarían a más tardar en el año 2005 y que lograrían avances sustanciales en el establecimiento del ALCA para el año 2000. Los Jefes de Estado y de Gobierno instruyeron además a sus Ministros responsables del comercio para que adoptaran una serie de medidas iniciales concretas para la creación del Area de Libre Comercio de las Américas.
El promotor de la iniciativa fue Estados Unidos, concretamente el ex presidente George Bush padre. Ahora su hijo, asesorado por numerosos secretarios y consejeros procedentes de la administración de Bush padre, pretende cerrar el acuerdo antes de finalizar su mandato. El ministro de Relaciones Exteriores cubano, Felipe Pérez Roque, ha afirmado que “estas cumbres de las Américas no son otra cosa que cumbres de Estados Unidos ya que este país es el que las diseña y organiza a su gusto”. El argumento esgrimido a favor del ALCA es que a través de esta área de libre comercio se logrará también “el fortalecimiento de la democracia en el continente y la creación de prosperidad y desarrollo humano”. Nada más alejado de la realidad según denuncian los diferentes movimientos sociales, desde sindicales a medioambientales e indígenas.
El ALCA supone ampliar el modelo del Tratado de Libre Comercio de Canadá, EEUU y México, suscrito por estos países en 1994, a todo el continente ignorando la situación de desigualdades desde las que se parte y sin la creación de ninguna medida de redistribución regional de la riqueza al estilo de los fondos de cohesión creados en la Unión Europea.
Desde la puesta en vigor de éste, como consecuencia de las importaciones provenientes de los EEUU y de la devaluación del peso, un millón de mexicanos más, pasaron a ganar por debajo del salario mínimo y ocho millones de familias han pasado a engrosar las bolsas de pobreza.
En las zonas de maquiladoras (empresas de ensamblaje industrial, en su mayoría textil) a lo largo de la frontera entre EEUU y México, el incremento de la polución y los desechos químicos han incrementado dramáticamente las tasas de hepatitis y otras malformaciones congénitas. Recordemos que tan sólo diez meses después de la firma del tratado el 1 de enero de 1994, se produjo la terrible crisis mexicana, denominada “efecto tequila”, que provocó la caída estrepitosa de los salarios. A pesar de la recuperación, en 1999 estos salarios seguían siendo un veinte por ciento más bajo que antes de la crisis y que la firma del tratado. Pero tampoco el acuerdo trajo ningún beneficio a los trabajadores norteamericanos. A ese lado de la frontera se perdieron medio millón de empleos debido a la fuga de empresas hacia México, donde los salarios son notablemente más bajos y la legislación laboral más endeble.
Los delegados de la Segunda Cumbre de los Pueblos de las Américas han recordado que de los 800 millones de personas que integran la población afectada por el ALCA, quinientos viven en América Latina y la mitad de ellas se encuentran en situación de pobreza. Frente a ello, el ochenta por ciento del peso económico del continente lo tienen Estados Unidos y Canadá, quienes poseen el capital, la tecnología y las patentes. Sólo el PIB de EEUU representa el 71% de todo el hemisferio. América Latina no sólo no posee infraestructura ni tecnología sino que cuenta con una deuda externa de 792,000 millones de dólares.
Algunos puntos del ALCA están calcados del AMI (Acuerdo Multinacional de inversiones), por ejemplo el que declara que los inversionistas podrían exigir compensaciones y demandar a los Estados en caso de guerra, de revolución o de conflicto social, lo que según los expertos, supondría que una empresa podría demandar a un gobierno y reclamar compensaciones en caso de una huelga en su contra. Los Estados tendrían, por tanto, como función primordial no velar por unas adecuadas condiciones de vida de los ciudadanos, sino por las mejores condiciones para el desarrollo y enriquecimiento de las corporaciones, compensándolas si no lo consiguiera.
No lo va a tener fácil Estados Unidos para llevar adelante el ALCA. No sólo por las complejidades del proyecto sino por la fuerte oposición de dos gigantes latinoamericanos: Brasil y Venezuela y por la sólida autoridad moral y revolucionaria de Cuba en América Latina. Ya han fracasado en su intento al consolidarse el Mercosur con la integración de esos dos países. Y desde 1999 fue boicoteada por miles de activistas en Seattle, que denunciaban que las grandes corporaciones transnacionales son siempre las grandes ganadoras, a expensas de la gran mayoría de la población, el medio ambiente, y la equidad social.
Ejemplos están a la vista: la Coca Cola chupa grandes cantidades de agua de manantiales en Chiapas y se enriquece a costa de las tierras ejidales, comunales, municipales, federales y de campesinos e indígenas. En el estado de Guerrero el 40% de los bosques se han perdido por la explotación indiscriminada en estos últimos
años, lo que además ha provocado erosión del suelo y la destrucción del hábitat natural. Otro ejemplo es la terrible situación que sufren los trabajadores de las maquilas en México: sueldos por debajo del salario mínimo, jornadas laborales de más de 12 horas, ausencia de amparo legal, limitación de los derechos sindicales, condiciones insalubres de trabajo, trabajo infantil. Por otro lado los efectos de la libre importación de mercancías amenazan con condenar al sector industrial local a una completa desaparición, profundizando así los altos índices de desempleo que ya castigan a estos países.
Los gobiernos sometidos no impulsarán estrategias de desarrollo y seguirán compitiendo por bajar más los salarios, degradar las condiciones de trabajo y de los estándares ambientales con la esperanza de atraer las deseadas inversiones. Además, abre la posibilidad de la privatización en áreas socialmente delicadas donde aún no ha tenido lugar, en sectores como la educación, la salud y el agua.
Otro objetivo de EEUU es mantener la patente y la exclusividad en la producción de medicamentos, adueñarse de las patentes de los recursos fitogenéticos del continente y mantener su monopolio sobre las tecnologías punta. Iniciativas como la de Brasil, de producción de medicamentos genéricos contra el SIDA más baratos y con mayor posibilidad de acceso para los sectores más empobrecidos, supondrían un incumplimiento del ALCA y le obligarían a indemnizar a las multinacionales propietarias de las patentes. El derecho de propiedad intelectual y patentes también supondrá todo un negocio para las multinacionales de la biotecnología quienes verán aprobados sus productos transgénicos y garantizado su monopolio en la producción y distribución de las semillas, fertilizantes e insecticidas. Los productos transgénicos no producen su propia semilla, los campesinos deben adquirirla para cada cosecha a la multinacional productora propietaria de la patente.
Y el colmo. El ALCA obliga a los países sojuzgados a poner los recursos naturales (en especial el petróleo y la energía eléctrica), privatizándolos a disposición del accionista mayoritario, E.U. Puesto que en una economía neoliberal el Estado subdesarrollado se verá obligado a la privatización de cualquier recurso natural que todavía tenga en sus manos, el accionista mayoritario siempre será una multinacional, y ésta, según el acuerdo de libre comercio vinculante a los países del continente, sólo podrá ser norteamericana.
Definitivamente, el acuerdo acelerará la quiebra de las medianas y pequeñas empresas y la desindustrialización del país.
El futuro de América Latina bajo el ALCA lo dibujó Fidel Castro en uno de sus discursos de 1 de mayo: “Las naciones latinoamericanas estarían llamadas a convertirse en enormes zonas francas que no pagan impuestos, o sólo muy reducidos. Tal vez reciban un número mayor de turistas norteamericanos que viajarán por el inmenso territorio de Centro y Sudamérica, que se alojarán en hoteles norteamericanos, viajarán en líneas aéreas o en cruceros norteamericanos, utilizarán servicios de comunicación norteamericanos, comerán en restaurantes norteamericanos, comprarán en tiendas norteamericanas mercancías producidas en empresas norteamericanas con petróleo y materias primas latinoamericanas”.
Las organizaciones sindicales nacionales y regionales, los grupos ecologistas y de derechos civiles, los movimientos campesinos, indígenas y de mujeres del continente se han pronunciado contra el ALCA. Desde hace varios años dichas organizaciones vienen realizando foros y protestas contra este acuerdo.
* Trabajo basado en ponencia presentada por el autor en “Encuentro de Investigadores Sociales Latinoamericanos efectuado en Maracaibo, Venezuela en octubre de 2001.
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