El periodismo de hoy
Con la apertura a la pluralidad política ocurrida en los años 85-88, el periodismo de radio y de televisión tuvo un impulso sin precedente. Aparecieron segmentos radiofónicos de varias horas por la mañana conducidos, casi todos, por periodistas.Gutiérrez Vivó estableció mesas de análisis y algunos otros lo siguieron. Si bien la televisión pública de mayor alcance, representada por Imevisión, inició un proceso de privatización que culminaría con el surgimiento de TV Azteca, Canal Once se consolidó en ese sexenio y el siguiente, abriendo la puerta a un periodismo profesional que, a pesar de apoyar siempre al presidente en turno, observó los cánones de objetividad y equilibrio, sobriedad en sus notas y en la manera de reportar los acontecimientos. Tuvimos un Canal 22 para la elite pensante, que abrió una ventana a las producciones de alta calidad artística del mundo. Se le tachó de excluyente. Sin embargo, ofrecer una opción distinta, así fuese para un grupo limitado, sirvió para comparar y saber que no todo en la pantalla chica tienen que ser telenovelas, programas cómicos y deportes. Y que el entretenimiento puede darse a la par del aprendizaje y el uso de las neuronas.A partir del año 2000, ese periodismo dinámico, buscador de vanguardia, se comenzó a enfrentar con la censura, el control, las imposiciones de la publicidad y del poder político. Poco a poco hemos ido perdiendo espacios, noticiarios, periodistas, medios enteros. Se han ido convirtiendo en segmentos de propaganda, con escasa información y sin ninguna equidad. Se cayó también en la chabacanería y falta de respeto al público. Esta tendencia fue tan grave que, por unos meses, el noticiario de mayor audiencia era conducido por un comediante vestido de payaso. Y desde ahí se construyeron los escenarios para intentar la derrota de la opción política de izquierda.No existe un sólo noticiario hoy, en la televisión abierta, que satisfaga los criterios de un periodismo objetivo. Los conductores se han convertido en instrumentos de golpeteo o bien de alabanzas a los poderosos. Aparentemente nada importante sucede en la sociedad ni en las ciudades ni en el campo. Las cámaras toman a los habitantes de México para exhibir sus miserias, sus carencias, su ignorancia. Son dos mundos los que coexisten: por un lado, el de “para que todos vivamos mejor”, y por otro, el de la pobreza, la falta de empleos, la insalubridad y las escuelas en ruinas con niños que no aprenden nada porque han comido mal y sus profesores tienen que doblar turnos, carecen de actualización y de energía para despertar la creatividad de sus alumnos.Algunos de los programas que han desaparecido este año son los de Carmen Aristegui, de la XEW, y Cristina Pacheco, del IMER, dos voces silenciadas de dos periodistas objetivas. Y de los que se han creado: Carlos Puig, en la XEW; Ezra Shabot, en Canal Once, y Denisse Dresser, en Canal 22, tres ejemplos del nuevo periodismo: mediante noticias y entrevistas golpear a la izquierda, en especial al movimiento de López Obrador; a través de expertos, tratar de desfondar las propuestas de la oposición, o bien, con base en un formato novedoso y cuidado, deslizar banalidades sin fin en boca de personajes de la vida pública, incluyendo al PRD, para que se diga que hay pluralidad.Habría que agregar la degradación del mejor periodismo que se hacía en el país: el de la prensa. Desaparición de secciones de cultura para integrarlas con las de espectáculos u otras. Diarios amarillistas cuyos dueños son empresarios con redes en casi todos los medios, en especial la radio y la televisión.Y dos consorcios televisivos muy fuertes, que pasan por encima de la ley con spots difamatorios y a los cuales no se les sanciona.Un panorama desolador. l
No hay comentarios.:
Publicar un comentario