Julio Hernández López
Con los actos de servilismo del diputado Francisco Javier Santos Arreola hacia Felipe Calderón, el PRD simplemente está pagando los costos del oportunismo electoral que le ha llevado a habilitar como propios a personajes de origen, formación y propósitos absolutamente distintos a los del partido presuntamente de izquierda.
El “perredista” que acompañó el pasado martes a Calderón en un acto oficial y, al hablar, le dijo “presidente de todos los mexicanos” y se lanzó contra “caudillos” del sol azteca, es hijo del primer panista en llegar a la presidencia municipal de Cuautitlán, Francisco Santos Covarrubias, quien ganó en 1990 esa alcaldía y abrió el camino para lo que luego sería considerado el “corredor azul” de la zona conurbada de aquella entidad con el Distrito Federal (papá Santos, quien también fue diputado federal blanquiazul, renunció en 2006 al PAN porque no lo quisieron hacer candidato a presidir de nuevo Cuautitlán, postulación que enseguida consiguió con cargo al PRD y Convergencia).
Santos Arreola (S.A.) fue secretario particular del presidente municipal panista de Tultitlán Juan Antonio Ríos Granados, quien tuvo momentos de cuestionada fama como “actor” de películas de ínfima calidad que rodaba mientras era alcalde y al otorgarse altísimos sueldos y colocarse bajo permanentes sospechas de corrupción (el “actor-alcalde” fue expulsado del partido blanquiazul y murió en 2007 al caer en su avioneta particular sobre una casa en Atizapán de Zaragoza). Ese diputado federal “perredista”, S.A., que se acomidió a reconocer a Calderón como mandatario (contra la instrucción precisa de los órganos de decisión del PRD) es ahijado político de Higinio Martínez, jefe del Grupo de Acción Política (GAP) que desde Texcoco ha crecido hasta convertirse en masivo traficante clientelar de la pobreza, eficaz aliado de facto de los gobernadores priístas de la entidad y promotor de fichas de oportunismo como la de S.A. para cargos municipales y legislativos. El GAP, ejecutor virtuoso de las políticas de “negociación” de los chuchos con el poder, apoyó a Jesús Ortega para la presidencia nacional del PRD a cambio de la postulación a secretario general de Horacio Duarte, el sospechosamente fallido coordinador de la defensa jurídica de López Obrador en 2006.
El acercamiento explícito de los Nuevos Izquierdistas de Siempre con Calderón tiene como antecedente la visita que el 25 de julio del año pasado hicieron a Los Pinos el senador Héctor Bautista y los diputados federales Hugo de la Rosa y Eduardo Martínez, dirigentes de Alianza Democrática Nacional, otra organización del estado de México que mantiene alianza formal con los chuchos, luego de una presunta huelga de hambre que terminó cuando sus “demandas” de apoyo clientelar fueron amablemente atendidas en la residencia oficial del Poder Ejecutivo –conforme al libreto del caso– por los licenciados Calderón y Ramírez Acuña. La presidenta de la mesa directiva de la cámara de diputados, Ruth Zavaleta, también hizo guiños de entendimiento al calderonismo en la persona de la primera esposa del país, Margarita Zavala, cuando le propuso el 24 de octubre de 2007, en la inauguración de un congreso internacional sobre adicciones, que ambas hicieran “un frente común (…) un frente por un problema de Estado que es el problema de las adicciones en nuestro país; que no claudiquemos en nuestros ideales pero que sí renunciemos a cualquier tipo de obstáculo ideológico para enfrentar juntas este problema”.
En ese contexto de progresivo acercamiento público del chuchismo al funcionario al que oficialmente el PRD considera espurio, el diputado Santos Arreola participó el pasado martes en un acto de firma de un decreto promulgatorio de una reforma constitucional en materia de gasto público y fiscalización. Según el presentador de Los Pinos, el “perredista” asistió por ser secretario de la comisión jurisdiccional de la Cámara de Diputados. En esencia, el convidado se dedicó a celebrar con entusiasmo acrítico el cambio fenomenal que según eso significarán las sensacionales reformas aprobadas. Y de inmediato, sin transición, Santos Arreola entraba a tropezones lingüísticos al tema de su mayor interés: “Hoy este México está cambiando y aunque hubiera algunos, inclusive en mi partido, que quisiera seguir habiendo Méxicos totalitarios, Méxicos donde sólo se haga su voluntad, México hoy le dice al mundo que no puede seguir habiendo líderes o caudillos que se sienten dueños de su verdad”. En seguida dejaba constancia verbal de su adscripción tribal (como el vendedor que deja una tarjeta de presentación con la esperanza de que le hagan posteriores compras): “Por ello hoy reconozco en estas reformas constitucionales un gran avance. Reciba a nombre de mi compañero Antonio Ortega Martínez, presidente de esta comisión de la Función Pública, un saludo”. Dejados los atentos recados del hermano del Chucho mayor, el diputado colaboracionista de penosa sintaxis se puso masiosare: “Sin lugar a dudas no ver que le hacen falta estos cambios a México es no tenerle amor a nuestro país. Y la gente que no le tiene amor a nuestro país, esa sí no es digna de ser mexicana”.
Los chuchos y sus aliados. El colaboracionismo siempre negado pero siempre activo. Consecuencias del oportunismo electoral que sacrifica todo en aras de presuntas “ganancias” en las urnas. Así está el PRD, partido por la mitad, con el control estructural en manos de la Nueva Izquierda, cada vez más descarada y retadora, que con la división y el desencanto ayuda a la causa de Los Pinos.
Y, mientras queda establecido por un juez federal que 50 pesos de multa es lo que ha de pagarse por presuntos ultrajes a la bandera cometidos mediante escritos campechanos de mala calidad pero necesitados de libertad (“La patria entre mierda” se titula el trabajo sentenciado, que en realidad parece una simple descripción de la cotidianidad política y social de nuestro país), ¡hasta mañana, con el EPR respondiendo lo único que podría hacer frente al tramposo comunicado mouriñista de “aceptación” del diálogo (con órdenes de aprehensión a un lado)!
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