Elio Henríquez (Corresponsal)
Aspecto del poblado chiapaneco Juan de Grijalva luego del desgajamiento de un cerro, cuyos escombros cayeron sobre el río y arrasaron esa comunidad Foto: Francisco Olvera
Juan de Grijalva, Chis., 11 de noviembre. Al cumplirse este domingo una semana del deslave de un cerro sobre la comunidad Juan de Grijalva, los familiares de las 14 personas que siguen desaparecidas empezaron a perder la esperanza de encontrar los cuerpos.
“Ya estoy resignado”, afirmó Antonio Ovilla Méndez, quien comentó que nueve familiares quedaron enterrados por el alud. Funcionarios federales que inspeccionaron el lugar, añadió, le dijeron que era imposible escarbar para buscarlos.
Antonio Ovilla, vecino del ejido Lázaro Cárdenas, cercano a Juan de Grijalva, llegó con su hermana Wilfrida al sitio del desastre, quejándose de que las autoridades no le permitieron buscar a los restos.
“Vine a pedir auxilio a las autoridades para rescatar los cadáveres; ya investigué y luego me aseguré para decir con toda franqueza que ellos permanecen sepultados bajo las casas”, añadió.
“Lo que quiero es que se escarbe para buscar los cuerpos, o que de plano nos digan si ya no es posible, y así nos resignamos”, expresó en entrevista.
Antonio se acercó a oficiales de la Marina acantonados en Chiapas para labores de auxilio y rescate. Tres lo acompañaron hasta donde estaba la casa. Dos horas después, regresó desconsolado. “Me dijeron que ya es imposible sacar los cadáveres. Ya me resigné”, aseveró.
Acotó que entre sus nueve familiares enterrados están su madre, su abuelo, su cuñado y seis personas más.
A su lado, Hermenegildo Hernández, quien ayer sepultó a dos nietas, y hace cuatro días a su hijo, comentó: “si uno no le da cristiana sepultura a sus familiares el alma no está en paz, no está tranquila”.
Agregó que él fue el encargado de inhumar el sábado los cadáveres de Diana Laura y Liliana Hernández Cruz, de 10 y siete años, pues el padre de ellas, Crispín Hernández Castro, falleció el día del deslave, y la madre se recupera –fuera de la zona– de lesiones que sufrió.
Con aparente tranquilidad, agregó: “las lágrimas que iba a derramar ya las derramé y ahorita ya lo pongo en manos de Diosito y que se haga su voluntad; no nos queda de otra; él nos mandó al mundo y él nos los quitó, sabrá por qué”.
Reiteró: “tiene razón la gente en estar desesperada si no aparecen los cuerpos de sus familiares. Es demasiado duro; a mí eso me tenía preocupado, pero gracias a Dios ya enterré a mi hijo, a mis nietas”.
Comentó que ahora la preocupación es cuál será su destino, pues el gobierno propuso reubicar a los pobladores de varias comunidades de la zona con el fin de evitar más desgracias.
“Sí me voy a salir si el gobierno me da reacomodo con mis cosas, pero a mí en el pueblo no me gusta. La mera verdad me fastidia la bulla.”
Agregó que otra preocupación de los pobladores de la zona es la seguridad de sus bienes, porque hay versiones de que las familias albergadas en la cabecera de Ostuacán han sido víctimas de robos. “Yo por eso me he quedado aquí en mi casa, para que no me roben las pocas cosas que tengo.”
Buscan reducir número de albergues
En Ostuacán, el sacerdote José Abel Silva García informó que las autoridades sondean ubicar a los 700 desplazados en uno o dos albergues, en lugar de los siete que hoy funcionan en la región.
Explicó que la propuesta de reubicación se presentó durante una reunión efectuada la noche del sábado en Ostuacán, a la que asistieron los responsables de los albergues, autoridades estatales y representantes de la parroquia.
Poco antes, añadió, el arzobispo de Tuxtla Gutiérrez, Rogelio Cabrera López, dijo también en Ostuacán –pero por separado, en un encuentro con párrocos de la zona y con representantes de algunas comunidades afectadas– que los pobladores a quienes se busca reubicar deben ser consultados y su opinión tomada en cuenta.
Hoy, como otras veces, habitantes de Ostuacán manifestaron su inconformidad porque la energía eléctrica fue suspendida desde las 8 de la mañana (a las 17 horas no había sido restablecida).
“Esto nos lo hacen a cada rato; hace poco estuvimos cuatro días sin luz”, comentó Silva García, quien al igual que el resto de habitantes reprochó a las autoridades la escasez de la energía, cuando a menos de 40 kilómetros se encuentra la presa Peñitas, que surte de electricidad a gran parte del país.
Aunado a ello, indicó, el servicio de agua estuvo suspendido hasta ayer, desde hace 20 días, debido a que las lluvias dañaron la instalación hidráulica. “En suma, nos tienen abandonados, sin servicios.”
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