José Agustín Ortiz Pinchetti
Cuando dentro de un tiempo los poblanos recuerden este otoño, lo vincularán con la gira de Andrés Manuel López Obrador, quien se empeñó en ir hasta la parte más profunda del estado. En 35 días recorrió 13 mil 500 kilómetros, realizó 218 asambleas en todos los municipios y fue recibido, según el cálculo final, por unas 200 mil personas. Hazaña de energía y coordinación excepcional. A pesar de ello, los medios locales, la televisión y la radio guardaron (en su abrumadora mayoría) silencio. Modesta “contribución” al mito de que AMLO ha desaparecido.
¿Qué encontró el tabasqueño en sus giras poblanas? “Pobreza y abandono”. Como diría en un discurso al culminar una gira ante una multitud que lo aclamó en el zócalo de Puebla el pasado domingo. Yo añadiría: decadencia. Es cierto que algunas regiones de Puebla han sido y son muy pobres, pero el estado tuvo un gran impulso durante los sesenta y los setenta. Hoy los municipios no tienen dinero para su gestión. Las actividades productivas están abandonadas. Cientos de miles de poblanos han dejado a sus comunidades. La colonia poblana en Nueva York rivaliza con la población de la angelópolis. Hay pobreza patrimonial en más de la mitad de la población y desnutrición en muchos pueblos. Los salarios son insignificantes. El mercado interno se contrae con la carestía. A la gente no le alcanza para lo esencial, medicamentos, luz eléctrica, vestido, reparación de sus modestas viviendas. Los sistemas de salud y educación están desarticulados y semi abandonados.
Pero, ¿en qué parte del país no sucede lo mismo? Hace unas semanas, antes de la catástrofe, publiqué un artículo sobre la decadencia de Tabasco. Los síntomas son idénticos en Puebla: despilfarro y corrupción, falta de impulso a la producción y expansión burocrática. Degradación y desigualdad. El ex gobernador Madrazo vive en Miami, el ex gobernador Andrade en Canadá. No responden ni responderán del desvío de dinero federal para hacer obras y contener las inundaciones. Pero lo mismo hace el gobierno de Calderón. Ni siquiera exhibe un programa mínimo para responder a la emergencia. Lo atribuye a la catástrofe, al calentamiento global o a las fases de la luna. Se niega a dar una información seria para determinar si los sistemas hidroeléctricos manejados por la CFE fueron mal administrados. Si por intereses políticos y económicos excedieron los límites de seguridad.
Los medios y el gobierno apuestan a mantener tanto como puedan el letargo de una gran parte de la población. Así no se conocen las giras de AMLO. La tragedia de Tabasco es borrada del interés público que se ahuyenta ahora a los escándalos de Fox u otros incidentes menores: cortinas de humo. El mismo control se ejercía en la época del PRI y con la misma intención, adormecer la conciencia pública. Impedir que se rindan cuentas. AMLO, al criticar la situación en la que viven Puebla y el país y ofrecer propuestas alternativas, prefigura una nueva forma de oposición. A ella deberán sumarse en el futuro los partidos, grupos y personalidades progresistas. Todos aquellos que quieran sacar de la postración a nuestro país y a sus regiones.
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