Algunos jóvenes impacientes reprocharon que AMLO no les dejó “tarea”
Caló en la gente el rechazo rotundo de López Obrador a la privatización energética
Efusivos matrimonios de pejeviejitos se programan para el próximo llamado “del jefe”
Armatoste obligó a decenas de miles a participar fuera del Zócalo, casi hasta Fray Servando
Jaime Avilés
Cuando faltaban 10 minutos para las 12 del día y acababa de tomar la palabra doña Rosario Ibarra de Piedra, las campanas de catedral empezaron a repicar frenéticamente, hasta que la muchedumbre les respondió con un grito coreado que cimbró la plaza: “¡Pe-der-astas! ¡Pe-der-astas!”
En el centro de la plancha había un adefesio gigantesco, rectangular, de varios metros de altura, y por lo menos 100 de largo y 20 de ancho, firmado por la Secretaría de Cultura del Gobierno del Distrito Federal, que daba al Zócalo un aspecto espantoso, estorbaba la vista y obligó a decenas de miles de personas a participar en el mitin sobre el asfalto de 20 de Noviembre, codo a codo, casi hasta Fray Servando Teresa de Mier.
Contra todos los pronósticos, fue un acto esencialmente partidario, en el que la presencia de los militantes ciudadanos se diluyó entre las banderas amarillas y rojas de las organizaciones que integran el Frente Amplio Progresista (FAP), aunque no había ninguna anaranjada, de la pequeña Convergencia, de Dante Delgado Rannauro, quien sí estaba en el templete al igual que los líderes del PRD y del PT, Leonel Cota y Alberto Anaya.
Línea punteada
Si muchos especulaban con que la tercera asamblea semestral de la Convención Nacional Democrática marcaría una línea punteada (de ésas que sirven para recortar con tijeras) entre el Partido de la Revolución Democrática y el movimiento ciudadano, la verdad es que el aparato del PRD en el Distrito Federal aportó la mayor cantidad de asistentes (no así el de los estados, que brilló por su ausencia), mientras la representación del interior del país corrió a cargo de los miembros de la CND que llegaron luciendo carteles con los nombres de sus lugares de origen.
De todos modos, aunque en su discurso elogió la labor del alcalde Marcelo Ebrard y reconoció el esfuerzo de los legisladores del FAP en las cámaras (sin mencionar la reciente reforma electoral negociada con el PRIAN por los chuchos), Andrés Manuel López Obrador fue mucho más tajante al afirmar que “la sociedad política está podrida y sólo el pueblo podrá salvar a la nación”, sentencia que arrancó una ovación de la multitud y descompuso el rostro del senador Carlos Navarrete, a quien muchos habían recibido a su arribo al Zócalo con gritos y carteles de “¡traidor!”
Único miembro de la corriente de Jesús Ortega, Jesús Zambrano, Ruth Zavaleta y Víctor Hugo Círigo, que ha reconocido de facto a Felipe Calderón y de la cual se sospecha que ya pacta la privatización de Pemex con el PRI y el PAN, el senador Navarrete volvió a descomponerse en el templete cuando, con el aplomo de Manolete, López Obrador aseguró al gentío que jamás permitirá la entrega del petróleo “a los extranjeros”.
Antes del mitin, sobre las barreras metálicas que rodean la esperpéntica estructura de acero y bambú de la Secretaría de Cultura capitalina –cuya titular es Elena Cepeda–, la gente había fijado cartulinas que gritaban indignadas: “Cuauhtémoc Cárdenas, Zavaleta y Navarrete, ¡traidores!”
Pero esta vez, a diferencia de las manifestaciones contra el desafuero y el rechazo al fraude electoral, casi no había mensajes de texto escritos a mano con plumones de colores para sintetizar el estado de ánimo del movimiento. Un señor, por ejemplo, se paseaba con una garrocha a la cual había unido cuatro pliegos de cartulina a guisa de macropancarta para exponer una serie de ideas, tan complejas, que esta crónica desistió de copiar en su cuaderno de apuntes.
Sin embargo, al finalizar la reunión, y mientras la muchedumbre se retiraba sin manifestar alegría alguna, bajo un cielo tan desangelado como la Navidad que le espera a Tabasco, manos anónimas aprovecharon el murito negro que se erige en la esquina de Francisco I. Madero y Eje Central Lázaro Cárdenas, para fijar sus carteles y pegatinas, es decir, sus posturas políticas ante la desazón del año que se va y el futuro que pregona el gasolinazo de enero.
“No hay nada peor que un jodido apoye a (Felipe) Calderón”, resumía una etiqueta amarilla. Otra se burlaba de una reciente campaña publicitaria de la iniciativa privada: “Al que robe llámalo por su nombre: ¡panista!” Una más ejercía el arte de la rima contra el arzobispo primado de México: “Norberto (Rivera Carrera), el verdadero cristiano creyente no roba, no mata, no miente”. Y más abajo, ilustrada con recortes de prensa acerca del jucio al sacerdote pederasta Nicolás Aguilar, otra recreaba una idea de Jesusa Rodríguez: “Cuida a tus hijos, no se los lleves al cura”.
Y de nuevo, con letras muy grandes y rojas sobre fondo blanco: “Ruth Zavaleta, René Arce y Círigo: ¡traidores!” Y en el extremo izquierdo de la barda: “Hemos guardado un silencio muy parecido a la estupidez”. Y sobre una superficie de papel manila: “Fox, el mamarracho, sigue de hablador y el pelele…” (el resto es ilegible, debido a una gota de lluvia sobre el cuaderno, o quizá de llanto, salida del fondo del corazón a causa de la fealdad del monumento al bambú transgénico de la Secretaría de Cultura).
“Sí, señor, aquí nos vemos el 18 de marzo”, se despedían efusivamente dos matrimonios de pejeviejitos a las puertas del pastel de merengue de Bellas Artes. “O antes, compadre”, corrigió una saludable anciana de rosadas mejillas. “Sí, comadre, o antes, cuando el jefe nos diga…” Era, no la prueba pero sí el síntoma de que había calado la idea de López Obrador, de movilizar al pueblo si las cámaras anuncian la reforma energética para culminar la privatización de Pemex y de la Comisión Federal de Electricidad.
Impaciencia joven
En cambio, entre la gente más joven había impaciencia. “¿No que iba a proponer un plan de acción? ¡No nos dejó tarea! ¿Así cuándo se va a caer el pelele?”, iba a su vez preguntando una muchacha universitaria rumbo al Metro Balderas. Esta crónica ya no alcanzó a escuchar la respuesta del novio porque alguien detuvo al que firma estas líneas para hablarle del júbilo que había provocado en un cine de Tlalpan la película de Luis Mandoki sobre el fraude. Pero también para pedirle: “Publica que la gente no debe gritar tanto en las funciones, si no los panistas no van a oír nuestros argumentos”.
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