Kirchner, Mitre y Solano López
(Luis Agüero Wagner*)
Gran indignación ocasionó entre los editorialistas del diario La Nación de Buenos Aires el elogio que hiciera del Mariscal Francisco Solano López la nueva presidenta de la república Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, ante la decisión de honrar la memoria del héroe paraguayo confiriendo su nombre a un regimiento de artillería argentino.
Desenterrando un enfoque histórico decimonónico, hoy perimido en círculos académicos argentinos, desde el diario familiar de los Mitre se establecieron paralelismos entre el jefe de estado paraguayo que enfrentó a la Triple Alianza y el dictador alemán Adolf Hitler, y por extensión, entre Bartolomé Mitre y las democracias europeas que enfrentaron a la Alemania Nazi.
Se entiende la interpretación de la mandataria por su conocida militancia en el movimiento peronista de izquierdas, notoriamente imbuido de la contextualización, matización y tono que dio a su obra el gran revisionista de la historia argentina José María Rosa, ex embajador de Argentina en Paraguay durante el gobierno de Juan Domingo Perón. Sobre Rosa debe precisarse que al contrario de lo señalado por los que maliciosamente lo relacionan con el general Alfredo Stroessner buscando descalificarlo, en realidad era un declarado admirador de Fidel Castro y entrañable amigo del Dr. Agustín Goiburú, acérrimo adversario de la dictadura paraguaya.
Sin profundizar sobre la evidente carga emotiva que puedan tener episodios de la historia sudamericana como la guerra del Paraguay (como se conoce en Argentina al genocidio sufrido por el pueblo paraguayo entre 1864 y 1870) para los familiares y descendientes de quien fuera jefe del ejército aliado en gran parte de ese infame capítulo de la historia, las asimétricas analogías del diario La Nación de Buenos Aires ameritan algunas observaciones que intentaré hacer tan objetivas como humanamente sea posible.
En primer lugar, Bartolomé Mitre estaba lejos de ser un Winston Churchill, quien llegó al gobierno con el voto de confianza de sus propios adversarios políticos de la Cámara de los Comunes y encabezó un gobierno de coalición durante una guerra que jamás buscó con ambiciones o intrigas, y que ya llevaba nueve meses cuando asumió el gobierno.
Quien algo conoce la historia argentina sabe perfectamente que Mitre jamás fue un jefe de estado electo en elecciones democráticas, sino un simple caudillo que detentó el poder por la fuerza de las bayonetas, que además se impusieron en la batalla de Pavón a su ocasional adversario, merced a un contubernio masónico y no por dotes militares. No era el caso de Solano López, quien accedió a la presidencia por herencia, es cierto, pero de la forma más pacífica que hubiera podido soñar una Argentina envuelta en una interminable guerra Civil cuyo casus belli era la anglofilia y los prejuicios étnicos por parte del bando porteño de Mitre. Es conocido por haber sido repetido hasta el hartazgo por la historiografía argentina el consejo que recibiera de Sarmiento de no ahorrar la sangre de los gauchos y utilizarla como abono para el país, que cumplió al pie de la letra enviando a miles de sus compatriotas al exterminio en episodios como la batalla de Curupayty.
De ese exterminio ni siquiera se salvó el hijo del ilustre boletinero de ejército de Urquiza, gaucho de las letras y montonero intelectual hoy presentado como gran educador ante la niñez argentina, el talentoso periodista Dominguito Sarmiento, quien murió desangrándose a corta distancia de las trincheras paraguayas porque Mitre y su estado Mayor negaron autorización para su rescate bajo fuego enemigo solicitado por gallardos oficiales del ejército argentino. Tal vez conociendo la indolencia y falta de cualidades de su Comandante en Jefe, el mismo Dominguito había dejado una conmovedora carta antes de la batalla presagiando tan injusta muerte en aquel hermoso día primaveral de 1866.
El escritor inglés John Berger dijo alguna vez que en algunos casos extraños la tragedia de la muerte de un hombre completa y ejemplifica el sentido de toda su vida, frase que da una clave para comprender el entrelazamiento entre Solano Lòpez y los montoneros, un lugar muy común en el revisionismo argentino, al que recurre para explicar su visión histórica con modelos que forman parte de su bagaje conceptual. El mismo Juan Bautista Alberdi había señalado a la invasión de Corrientes agitada por La Nación hoy como si estuviéramos en 1865, como un episodio de la guerra civil argentina, que había suscitado en Argentina más levantamientos contra Mitre que sentimientos adversos hacia el Paraguay, del mismo modo que los descalabros mitristas eran festejados en Entre Ríos, Catamarca, Mendoza y otros puntos de la geografía argentina con mayor entusiasmo que sus victorias.
No es del todo fácil comprender lo que un Mitre pueda sentir y opinar sobre Solano López, cuyo cadáver se pretendió desaparecer en el olvido como el de Eva Perón. Más fácil es entender la contrariedad ante la resistencia del mito paraguayo al significado de derrota donde lo quiso instalar el Poder, batalla que sigue tan vigente para los descendientes de quien prometió tomar en tres meses Asunción, y lleva 142 años fracasando en el empeño.
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