Las versiones estenográficas de la entrevista en la que Andrés Manuel se refirió a la tentadera de piernas no dejan lugar a dudas. Antes le habían preguntado específicamente sobre la reunión de Mouriño con doña Ruth Zavaleta y eludió la pregunta aduciendo no tener opinión al respecto. Después, en otro contexto, salió la frase “tentadora de piernas”.
Por alguna razón desconocida, doña Ruth se puso el saco y se llamó ofendida. El coro mediático, siempre presto, se encargó de lo demás. En convertir en verdad la falsa ofensa y en tupirle al presidente legítimo. Pero ahí están las versiones escritas y videograbadas de la conferencia de prensa, para quien quiera salir de dudas.
A partir de entonces, la diputada se ha desmarcado en cada oportunidad de los planteamientos de López Obrador. En ese contexto se dio la invitación a Cárdenas, el excomisionado de festejos de Fox, para que acudiera a la Cámara baja a diferenciar su postura sobre la pretendida reforma energética. Pues el ingeniero nos ha hecho saber que él no ha visto ningún letrero de “se vende” en PEMEX; y que, en tanto no vea tal letrero, no participará en la movilizaciones antiprivatizadoras.
Pero el domingo anterior, un claridoso y documentado Peje entregó a los coordinadores parlamentarios del FAP los contratos que prueban fehacientemente tráfico de influencias y vil corrupción por parte del secretario de gobernación Juan Camilo Mouriño Terrazo, bajo la protectora complicidad de Calderón. Se va a cumplir la semana de que tales documentos fueron presentados y doña Ruth no ha dicho media palabra.
Si el poder legislativo tiene entre sus funciones básicas servir de contrapeso frente a los abusos del ejecutivo, ¿Qué es lo que impide a la presidenta de la mesa directiva de la Cámara de diputados establecer una postura, sobre la documentada corrupción de Mouriño? ¿Qué complicidad insana la une al binomio Mouriño – Calderón?.
Con su silencio cómplice, doña Ruth está enseñando que el saco de la tentadera de piernas se lo puso por que le quedó pintadito. Y no solo eso, parece que se la llevaron a dar un paseo al callejón del beso negro (¡Guácala!).
Martín Vélez
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