Fernando del Paso
Cuando en 1939 el novelista inglés Evelyn Waugh visitó México a sueldo de la empresa angloholandesa Royal Dutch Shell para escribir su libro Robo a mano armada sobre la nacionalización del petróleo realizada por Lázaro Cárdenas, dijo que “nadie en el gobierno mexicano pretendió que los trabajadores del petróleo obtuvieran algo con la expropiación”, y agregó: “ciertamente, nada han recibido”.
Waugh no se imaginó nunca que esa nacionalización iba a propiciar la creación de una formidable elite de ejecutivos y trabajadores que harían de Pemex una fortaleza inexpugnable dedicada no sólo a extraer el oro negro de las profundidades de la tierra o del mar: también a exprimir al resto de los mexicanos. Sueldos estratosféricos, dinero a millonadas para el sindicato, privilegios y prebendas que apenas si soñaban los trabajadores de otras industrias, largas vacaciones que ningún otro grupo de trabajadores disfrutaba, créditos para la vivienda con enormes facilidades de pago, aguinaldos espléndidos, jubilaciones a los cuarenta o cincuenta años de edad con un alto porcentaje del salario, atención médica y quirúrgica de por vida para el trabajador y sus familiares más cercanos…
Y a esto se agregó –y continúa agregándose– la corrupción, los fraudes, las concesiones a empresarios y a los empresarios-políticos o políticos-empresarios: todo esto logró que el petróleo nunca fuera nuestro. Andrés Manuel López Obrador, en una entrevista reciente con Carmen Aristegui –en la CNN– lo demostró con unas cuantas palabras: en Venezuela el litro de gasolina cuesta cincuenta centavos. En México, ocho pesos. ¿Dónde quedó, dónde queda el resto, los siete pesos con cincuenta centavos? En los bolsillos de esa elite y de sus cómplices.
Pemex es de Pemex, no es de los mexicanos. Nunca lo ha sido. ¿Por qué no empezamos por nacionalizarlo para beneficio, esta vez sí, de todos? ¿Quién puede acabar con ese monstruo? ¿Quién le va a poner el cascabel al gato?
Para terminar, una aclaración: Lázaro Cárdenas no fue derrocado cuando nacionalizó el petróleo –como fue el caso de otros mandatarios latinoamericanos que intentaron hacer reformas que amenazaban los intereses comerciales de ingleses o norteamericanos: Balmaceda en Chile, Hipólito Irigoyen en Argentina y Joao Goulart en Brasil– no porque Roosevelt fuera un gran hombre.
No. Wauhg, en un libro lleno de horrores y estúpidas acusaciones, como fue el suyo, atina cuando explica la benévola actitud de Roosevelt: “una guerra europea daría por terminada la cuestión en todos sentidos (puesto que) Estados Unidos, antes que ver un cargamento de petróleo dirigirse hacia los poderes centrales (de Europa), probablemente ocuparía los campos petrolíferos (mexicanos) en nombre de las compañías”.
No sobra recordar que, en ese entonces, México le vendía petróleo a Alemania.
Nada más dejar claro que si Pemex, en efecto, no ha sido lo que debería en beneficio de los mexicanos por la corrupción, etc... no significa que es mejor que quienes usufructúen sus beneficios sean extranjeros y capitalistas mexicanos con la aprobación de las leyes porque si costará trabajo combatir todos los vicios y robos de los que somos objeto los mexicanos por quienes ostentan el poder, agregarle a ello que haya que quitárselo a los extranjeros a base de revertir leyes y contrataciones estará doblemente difícil. Así que no vayan a salir con que si todas formas se lo roban es igual que lo tenga quien sea, además habrá que recordar que con todo y todo, los impuestos que paga Pemex son destinados a los pocos programas de desarrollo social que existen en el país, así que si ahora estamos en andrajos, sin Pemex quedaríamos totalmente desnudos.
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