Carlos Fernández-Vega
Entre floridos discursos el crecimiento promedió apenas 2.4% en 25 años
Felicidades, chiquillos y chiquillas, porque México “está llamado a ser una de las economías más importantes del mundo”, y lo mejor del caso es que tal “convocatoria” se anunció desde el sexenio de Miguel de la Madrid, se reiteró en cada uno de los tres subsiguientes, y ahora se repite en plena bonanza de la “continuidad”, es decir, el quinto en la orden del bat, y siempre con bombo y platillo.
Qué bueno, porque en estos tiempos no es regular recibir buenas noticias, como la que ayer ofreció el inquilino en turno de Los Pinos, quien al divulgar la buena nueva –que se canta desde hace 25 años– destacó que para que México alcance ese honor “tenemos que actuar hoy”, tal cual lo prometieron sus cuatro antecesores en la residencia oficial.
Y como esa cuarteta, palabras más o menos, Calderón puso el dedo en la llaga de la envidiosa comunidad de naciones, porque “mientras en otras regiones del mundo hay incertidumbre, en México hay confianza en lo que estamos haciendo” (de inmediato se escuchó la sentida ovación que de pie le brindaron 50 millones de pobres, el creciente ejército de migrantes y desempleados, y los asalariados con poder adquisitivo de clase mundial).
Calderón dice estar “convencido” de que la mexicana se contará entre “las más importantes del mundo”, y para eso “las mexicanas y los mexicanos nos estamos preparando para hacer del nuestro, un país ganador a la altura de nuestras aspiraciones y de la dignidad de los mexicanos” Eso sí, “tenemos que seguir transformando al país, tenemos que sostener un camino de transformación y de cambio que haga de nuestra economía una economía competitiva, altamente generadora de empleos y capaz de brindarle a las mexicanas y a los mexicanos crecimiento equitativo y sostenido”.
Aunque en los hechos ha demostrado exactamente lo contrario, Calderón tiene esa “certidumbre” desde que se instaló en Los Pinos. Apenas unos días después de la mudanza, en unos de sus primeros viajes internacionales (España, en este caso), el michoacano consultó su bola de cristal y a los mortales hizo saber que para el año 2040 México “puede ser la quinta economía del mundo, siempre contando con el apoyo y la colaboración de las empresas extranjeras”.
Estas últimas, de acuerdo con cifras oficiales, le “inyectaron al país” más de 23 mil millones de dólares en 2007 (en realidad 10 mil 400 millones, porque el resto correspondió a reinversión de utilidades, obtenidas en México, y cuentas entre compañías) y lamentablemente México ni por aproximación avanzó algunas posiciones en el ranking mundial, siempre con miras a ocupar la quinta posición.
Milagrosamente, también de acuerdo con las cifras oficiales, la economía mexicana a duras penas “creció” 3.3 por ciento el año en el que el pitoniso michoacano vislumbró el venturoso futuro mexicano en 2040. Lo cierto es que Calderón es más ambicioso, en el discurso, que su predecesor, Vicente Fox, quien para México sólo adivinaba la octava posición en el contexto económico mundial.
Es maravilloso observar cómo la clase gobernante intenta “tapar” su notoria incapacidad para resolver los ingentes problemas actuales del país con discursos y sueños a futuro (casi tres décadas en el caso de Calderón) que pronostican oro y nirvana para los mexicanos que, pasados los años, sobrevivan.
Y como el ocio es la madre de todas las notas, va un rápido recorrido por el espléndido legado retórico de los cuatro inquilinos de Los Pinos que antecedieron a Calderón y que al igual que el pitoniso michoacano, escucharon el referido “llamado”:
Miguel de la Madrid, que de la cartomancia hizo política de gobierno, previó que “la sociedad igualitaria a que aspiramos no puede lograrse en una economía débil y enferma; que el requisito para obtener mejores niveles de vida es sanear la economía y recuperar las bases de un crecimiento firme y sostenido. Nos hemos impuesto el camino del realismo económico porque es la vía apropiada de la solución efectiva y duradera de los problemas y en consecuencia, deber elemental de honestidad política”.
Cartomántico como pocos, Carlos Salinas de Gortari prometió las mieles del primer mundo y fue un convencido de que “los retos que impone la reinserción en el mercado mundial constituye una oportunidad para hacer de la nuestra una economía competitiva y sólida, con un desarrollo estable, suficiente y justo; pero también para contribuir a ese nuevo orden internacional. La economía de México es más sana y tiene mayor capacidad de dar respuesta al reclamo de los mexicanos por más empleos y mejor remunerados… La economía mexicana está ya despetrolizada”.
El somnoliento, pero no por ello menos pitoniso, Ernesto Zedillo, recetaba que “gracias a las medidas aplicadas, gracias a la voluntad y el esfuerzo de todos los mexicanos, desde 1996 la economía ha venido creciendo sostenidamente”, con las mieles del progreso a la vuelta de la esquina.
Para rematar, Vicente Fox, cartomántico de lujo, decía que “frente a la incertidumbre global, quedó demostrada la solidez de nuestra economía. En el mundo de hoy muy pocas economías pueden decir lo mismo. Conducir la economía responsablemente ha redituado beneficios concretos a la nación. La mayor fortaleza de nuestra economía se manifiesta en la confianza de los inversionistas”.
Florido discurso, pero en esos 25 años la tasa anual promedio de “crecimiento” económico es de 2.4 por ciento, lo que parece no ayudar mucho para llegar a la quinta posición mundial, así sea en el 2040.
Las rebanadas del pastel
Dice Juan Camilo Mouriño, ahora secretario calderonista de Gobernación, que desde hace cinco lustros su familia tiene una relación de negocios con Petróleos Mexicanos, cuando él apenas tenía 14 años de edad (El Universal). Sí, pero cuando, como apoderado de la empresa familiar, firmó uno de los convenios de prestación de servicios con la paraestatal, el 29 de diciembre de 2003, no sólo tenía 34 años, sino que despachaba como subsecretario de Energía, la dependencia pública que en ese entonces estaba a cargo de Felipe Calderón.
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