Miguel Concha
Ayer se cumplieron 40 años del fallecimiento del pastor bautista Martin Luther King, premio Nobel de la Paz 1964.
“M.L.”, como le llamaban sus familiares, fue ejecutado el 4 de abril de 1968 en Memphis, Tennessee –adonde había acudido en apoyo de un movimiento sindical de recolectores de basura, el sector más marginado de la clase obrera del sur de Estados Unidos, cuyo lema era “Yo soy un ser humano”–, por una bala disparada por un supuesto asesino solitario, James Earl Ray, un preso blanco que había escapado de la prisión, en medio de un acoso sistemático de la FBI y otras agencias de inteligencia del gobierno federal de aquel país.
Un año antes se había asociado con los dirigentes del movimiento contra la guerra, y había tomado la determinación de dirigir una “marcha del pueblo pobre” sobre Washington, lo que sin duda puso en peligro su vida. En una conferencia en la Canadian Broadcasting Company sobre el tema de la conciencia ética y la guerra de Vietnam ese mismo año, había expresado su convicción de que era una guerra que no tenía sentido y que debía detenerse. “Debemos encontrar nuevas maneras de establecer la paz en Vietnam y la justicia en los países en desarrollo”, expresó “M.L”.
“Si no actuamos –añadió proféticamente– seremos arrastrados seguramente por el largo, vergonzoso y oscuro pasillo del tiempo reservado para los que poseen poderío sin compasión, sin moralidad y sin visión”, como vemos que ha sucedido luego de la invasión a Irak.
Para “M.L.”, en efecto, su país ya estaba del lado equivocado de una revolución mundial contra la opresión, pues su gobierno era “el mayor proveedor de la violencia en el mundo contemporáneo”.
“Estoy convencido –decía– de que sólo lograremos rectificar este error con una revolución radical en nuestros valores (…), que nos llevará a cuestionar la justicia de muchas de nuestras políticas pasadas y actuales”. Para él igualmente ya desde aquellos años los desposeídos tenían que organizar a escala nacional e internacional una revolución “no contra las vidas de sus propios ciudadanos, sino contra las injusticias que se rehúsan a tomar las acciones demandadas y disponibles para liberarlos de la carga de la pobreza”.
Desde 1986 se escogió un día cercano al de su nacimiento como fiesta nacional, y el Congreso decretó que éste fuera el tercer lunes de enero. Es el único día festivo nacional que honra a un afroamericano. “M.L.” nació el 15 de enero de 1929 en Atlanta, Georgia. A los 15 años ingresó en el Morehouse College, y fue ordenado pastor bautista a los 17. En 1951 se graduó en el Crozer Theological Seminary, y llevó a cabo su trabajo de posgrado en la Universidad de Boston. En Crozer y en Boston comenzó a familiarizarse con el pensamiento de Mahatma Gandhi, el cual se convirtió en el centro de su filosofía de protesta no violenta. En 1954 fue nombrado pastor de la Iglesia bautista de Dexter Avenue, en Montgomery, Alabama. Ese año fue prohibida la educación pública segregacionista que mantenía el Tribunal Supremo de Estados Unidos en numerosos estados del sur.
En 1955 se le solicitó que dirigiera un boicot contra una compañía de transportes públicos, que había cometido la injusticia de provocar el arresto de una mujer negra, la emblemática Rosa Parks, tras negarse a dejar su asiento a un blanco en un autobús. “M.L.” convocó al boicot diciendo: “No tenemos otra opción que la protesta. Han sido muchos años de notable paciencia, hasta el punto de que en ocasiones hemos dado a nuestros hermanos blancos la impresión de que nos gustaba el modo como nos trataban. Pero esta noche estamos aquí para liberarnos de esa paciencia que nos ha hecho pacientes con algo tan importante como la libertad y la justicia”.
La protesta duró 381 días, y durante ella King recibió muchas amenazas de muerte, fue arrestado, encarcelado y destruida su vivienda. Ello no obstante, en 1956 el Tribunal Superior prohibió la segregación en el transporte público de la ciudad. Después de esto se fundó la Conferencia de Líderes Cristianos del Sur, de la que King fue nombrado su presidente. En 1963 se puso al frente en Birmingham, Alabama, de una amplia campaña a favor de los derechos civiles, con el propósito de lograr el censo de los electores negros, acabar con la segregación y conseguir una mejor educación y vivienda para ellos en los estados del sur. El 28 de agosto de 1963 las 200 mil personas que marcharon sobre Washington le oyeron pronunciar su célebre discurso Yo tengo un sueño.
Cinco son, pues, las claves de los aportes de King a las luchas por la libertad, la igualdad, la justicia, la democracia y la paz en el mundo, sobre todo en el norte y en el sur del continente: la lucha contra el racismo; el compromiso con la resistencia, la desobediencia civil y la no violencia; la lucha contra la pobreza y el militarismo; los vínculos entre los compromisos éticos de las comunidades cristianas y las luchas por la justicia social, y su insistencia en una perspectiva internacionalista, antimperialista y anti-colonialista. Ecuménica y pluralmente es lo que tenemos que rescatar sobre todo los cristianos de aquí y allá, por encima de los homenajes falsos, cínicos, oportunistas y fatuos que anunció el presidente Bush el 19 de enero de este año.
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