Guillermo Teillier
El Siglo
Este año, el 26 de junio, es el centenario del nacimiento de Salvador Allende, el Presidente de Chile que prefirió entregar su vida, como gesto de lealtad a su pueblo, antes que ponerse de rodillas ante el gobierno norteamericano de la época que financió y provocó la desestabilización mediante el sabotaje y el desabastecimiento y condujo a las instituciones castrenses a traicionar su juramento de respeto a la Constitución y a la democracia, lo que dio como resultado el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973.
Nos proponemos celebrar el centenario de Salvador Allende en Chile y muchos lo harán en diversos países en reconocimiento a su figura, a la trascendencia de sus ideas y de su contribución a la construcción de la unidad amplia, de carácter político y social, de fuerzas democráticas, progresistas y revolucionarias, que mediante la organización y la movilización del pueblo que, como se demostró en nuestro país, puede llegar al gobierno en procesos electorales, con un programa de transformaciones estructurales y democráticas con vistas al socialismo.
Los últimos años de desarrollo de la lucha emancipadora de los pueblos en A. Latina y el Caribe habla de que el ejemplo de Salvador Allende no ha sido en vano. Ejemplo que muestra que, si bien es cierto, se puede llegar al gobierno y que los trabajadores logran acceder al poder, este no se consolida si no se cuenta con el apoyo mayoritario del pueblo, en una relación cercana de compromiso y realmente participativa, consciente y resuelta a defender algo que considera justo y propio. Menos aún se podrá consolidar y avanzar si las fuerzas políticas que están al frente del proceso no actúan de manera unitaria y responsable en pro de los objetivos superiores, con generosidad y visión estratégica.
Esto es así porque el imperialismo que ayer enarboló la bandera del anticomunismo como pretexto para instalar el concepto de la Seguridad Interna en nuestros países, ante esa supuesta amenaza, con la que justificó el despliegue del Terrorismo de Estado en gran parte de América del Sur, con dictaduras sangrientas que causaron miles y miles de víctimas de crímenes de lesa humanidad cuyas heridas aun no se cierran, pretende hoy aplicar con nuevos métodos y técnicas operacionales, el mismo molde fascista de intervención, ahora con la justificación de la lucha contra el terrorismo, amenaza que si no existe, la inventa, para agredir a cualquier pueblo, en cualquier parte del mundo.
Es propicia la fecha para conocer las experiencias del gobierno popular encabezado por Salvador Allende, meditarlas en profundidad y divulgarlas para que sirvan a los procesos de estos tiempos, a su defensa y a su consolidación, sobre todo hoy, cuando debemos estar alertas y preparados, más unidos que nunca, ante el peligro de la intervención norteamericana, que a través de Colombia pretende socavar los gobiernos de Venezuela y Ecuador y cuando su mano negra ya actúa en territorio boliviano. No podemos permitir que los agentes encubiertos de nuevo hagan su trabajo sucio y debemos impedir que algún vasallo prepotente del imperio instale la confrontación militar con sus actos criminales de provocación.
El corto período de la presidencia de Salvador Allende, entre 1970 y 1973, es como un libro abierto de experiencias, entre ellas el rescate de la dignidad de un pueblo y su participación, en especial de los trabajadores en la conducción del Estado, la recuperación de la soberanía económica del país, la nacionalización del cobre, la reforma agraria, el trabajo voluntario, el gigantesco auge de la cultura que se transformaba en un poderoso instrumento motivador de los cambios.
Es la experiencia de un pueblo que tenía la disposición de defender el proceso, a enfrentar la intervención imperialista, pero que no tuvo la conducción acertada para hacerlo. Es la experiencia respecto de las acciones de desestabilización, de la aplicación de métodos de propaganda negra, de sabotaje, de atentados a la vida, de desabastecimiento, de paralización del transporte, del ahogo financiero por parte de los instrumentos internacionales del imperio. Es la experiencia sobre la mentira y los montajes mediáticos mediante el control de los medios de comunicación de masas. Todas agresiones que llevaron adelante el gobierno norteamericano y la derecha golpista. En fin, es la cruda experiencia de una derrota que no queremos se repita de nuevo en países hermanos.
Por ello celebramos este centenario con la preocupación latente y vigilante, pero con una inmensa alegría por los triunfos alcanzados en Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y por la vigencia de la Revolución Cubana con la que Allende tenía un gran compromiso.
Estamos ante la continuación, después de un largo paréntesis, del mismo proceso, en el que uno de los grandes protagonistas ha sido, sin duda, Salvador Allende.
En Chile el paréntesis continúa, pero ya la figura de Allende se alza en la protesta social contra el neoliberalismo que impone en nuestro país una de las más brutales desigualdades económicas y sociales del continente. El nuevo despertar de los trabajadores por sus derechos crea una nueva situación política. No es ya aceptable que las grandes transnacionales, que gozan de privilegios vergonzantes para nuestra soberanía, puedan impunemente seguir sacando del país más de 25 mil millones de dólares en utilidades al año sin casi pagar impuestos y que además, burlando los pocos derechos laborales que existen, se nieguen a la negociación sobre salarios y su bienestar social, mientras el gobierno criminaliza los paros y huelgas.
Los trabajadores del sub contrato del cobre, de la exportación de la fruta, del salmón, de la industria forestal, de los grandes mall y supermercados, se organizan y se alzan contra la explotación y por recuperar sus derechos laborales eliminados por Pinochet.
A este descontento, que genera la contradicción entre un crecimiento de la macroeconomía (por los altos precios del cobre) y los sueldos miserables y la falta de trabajo estable y digno, se suma la crisis política que se está generando en las alturas ante la percepción de sectores de gobierno que piensan que las cosas no pueden seguir tal cual en el plano de la distribución del ingreso y tampoco en el plano de la representación, porque es creciente la convergencia política y la protesta de diversos sectores que actualmente están impedidos de acceder al parlamento por la vigencia de un sistema electoral binominal, antidemocrático, excluyente, injusto y perverso que fue impuesto por la dictadura.
La derecha ve en esta crisis su oportunidad para volver al gobierno, ahora mediante elecciones, con un proyecto más entreguista y de mayor explotación.
El pueblo lo ve como la posibilidad de alcanzar altos grados de unidad de la izquierda, incluyendo sectores que hoy están o simpatizan con partidos de gobierno, que amplíe el pacto JUNTOS PODEMOS MAS, reestableciendo el pacto entre los partidos Comunista, Izquierda Cristiana y Humanista y varias organizaciones sociales, con el objetivo de proponer a los chilenos una plataforma alternativa, democrática, nacional, de justicia social, de recuperación de la soberanía económica, de lucha por los derechos humanos, el fin de la exclusión y la discriminación, con la participación democrática del pueblo, acorde a la corriente emancipadora que avanza en América Latina y el Caribe.
Tal pacto no desvirtúa la posibilidad de pactos por omisión con los partidos de la concertación para la elección conjunta de un par de decenas de alcaldes en comunas emblemáticas con el fin de fortalecer la presencia de todas las fuerzas que están contra la exclusión.
Por todas estas razones planteamos que la celebración del centenario del nacimiento del Presidente Allende será una fuente de inspiración para alcanzar la unidad, acrecentar la movilización social y elevar nuestra solidaridad activa con todos los pueblos que luchan decididamente por su autodeterminación, la democracia, la justicia social y el socialismo. Esta es nuestra invitación.
- Discurso del Presidente del Partido Comunista de Chile en el XII Seminario Internacional “Los Partidos Y Una Nueva Sociedad”, Ciudad de México; 14 de marzo de 2008.
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