Orlando Delgado Selley
Pese a las dificultades que ha experimentado la economía mundial, 2007 será el quinto año consecutivo con un crecimiento alto: 4.9 por ciento anual promedio. Para América Latina también han sido buenos años: el crecimiento promedio en el lustro mencionado fue de 4.6. La economía mexicana, por su parte, ha tenido un crecimiento por debajo de los promedios mundiales y de los latinoamericanos alcanzando un mediocre 3.2. De modo que en este ciclo expansivo nos hemos ido quedando atrás, pese a dos factores extraordinarios que actuaron como impulso: los precios del crudo y el volumen de remesas recibidas.
2008 se prevé como un año en el que las complicaciones aumentarán, provocando que el ritmo de crecimiento mundial se reduzca, debido principalmente al desempeño esperado de la economía estadunidense. Los problemas en la cartera crediticia inmobiliaria han ido aumentando, obligando a que los grandes bancos centrales inyecten cantidades impresionantes de dinero con el fin de atemperar las dificultades. Por esa misma razón las tasas de interés han empezado a descender; sin embargo, el crecimiento ha empezado a resentir el impacto de un manejo poco responsable de los créditos hipotecarios estadunidenses.
La economía de Estados Unidos está frenando ya y ello está teniendo consecuencias en el mundo entero y, por supuesto, las tendrá en la nuestra. Pasaremos de un entorno internacional muy favorable a uno en el que, por el contrario, enfrentaremos dificultades para que los productos fabricados en México sigan abasteciendo a la industria de aquel país. Las remesas de nuestros migrantes, que ya han dejado de crecer a los ritmos que vimos en años pasados, es probable que inicien una ligera caída. Los precios del crudo seguirán siendo elevados, pero la balanza petrolera se complicará.
Así las cosas, tendremos dificultades en el frente externo. No obstante, las dificultades mayores estarán localizadas en el frente interno. Un asunto de enorme importancia, probablemente de efectos devastadores, será la apertura a la importación de granos básicos. Otro tema fuerte será el impacto del gasolinazo en los movimientos de precios que, una vez conocido el pírrico incremento al salario mínimo, implicará deteriorar la capacidad para satisfacer los requerimientos familiares de amplios sectores de la población. Los receptores de remesas enfrentarán dificultades para mantener sus condiciones de consumo, lo que dará cuenta de un mercado interno crecientemente apretado.
La entrada del nuevo impuesto, el IETU, tendrá efectos contradictorios. Para el fisco significará ingresos adicionales, ciertamente menores a los requeridos, pero que servirán para financiar ciertos rubros que, de otra manera obligarían a contratar deuda interna. Para las empresas cuyas contribuciones aumentarán, lo relevante será neutralizar el impacto negativo sobre sus utilidades, transmitiendo ese costo a los precios, de modo que la incidencia fiscal recaiga en los consumidores. Naturalmente esto incrementará los precios, como ha advertido ya el Banco de México, lo que pudiera dar pie a que la política monetaria se hiciera más restrictiva.
Con tasas de interés al alza, el crédito se contraerá, al tiempo que la cartera vencida de los bancos, que ya muestra dificultades, probablemente aumentará. Esto se convertirá en otra dificultad para que el ritmo de crecimiento se mantenga, lo que sumado a las complicaciones externas tendrá como resultado un incremento del PIB en 2008 que se ubicará entre 2.5 y 2.8 por ciento. Este magro crecimiento no se distribuirá equitativamente en toda la economía. Los grandes grupos económicos que controlan mercados enteros seguirán capturando ese crecimiento, logrando incrementar sus actividades mucho más rápidamente de lo que la evolución económica general permitiría.
Los ricos de Forbes mantendrán e incluso mejorarán su lugar en la famosa lista. En cambio, para el grueso de la población, esto es, para alrededor de 80 por ciento de las familias, cuyos ingresos son de hasta 13 mil 500 pesos mensuales, la situación se complicará. Obviamente las dificultades serán mayores para los que menos tienen. Eso es lo que el año nuevo depara a la mayor parte de los mexicanos.
No se trata, por supuesto, de situaciones fatales, en las que debiéramos lamentar que factores ajenos a nuestro control nos complicarán la vida. Habrá un entorno difícil, pero lo decisivo es la responsabilidad que corresponde al gobierno. Responsabilidad que tendría que cumplirse con acciones serias que defendieran las condiciones de vida de la población y que permitieran distribuir adecuadamente los efectos de la reducción del ritmo de crecimiento económico. Esa responsabilidad no puede soslayarse.
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