Por Ricardo Andrade Jardí
Y mientras nuestros enajenados imaginarios salen de la resaca navideña, en la que nos hemos olvidado del porqué de la natividad, enfrascados en los impuestos porqués del "libre comercio", la realidad, que es necia y se empeña en presentarse siempre, aunque intentemos, por cualquier medio, esotérico o filosófico, suponer que está vez no llegue, o que cuando menos, no, como se ve que viene... se anuncia ya la apertura total de nuestro país al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), con lo que millones de mexicanos se enfrentarán al desempleo y "la flexibilidad laboral" (que no es otra cosa que el derecho empresarial para desconocer cualquier conquista laboral, es decir, para imponer la explotación), así como la desaparición paulatina de formas ancestrales de vida como la siembra del maíz y el frijol, granos que serán suplidos por semillas transgénicas, eso sí, patentadas y de dudosos beneficios para el consumo humano. Tierras de cultivo que se verán afectadas para siempre con la labranza de los productos modificados afectando, a mediano plazo, el ecosistema originario y su innegable relación climática.
En el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) firmado por el chupacabras Salinas de Gortari, pocos, o más bien, ninguno, son los beneficios que se pueden traducir al grueso de la población cada día más pobre y más embrutecida, pero ahora, a partir del primer día del 2008, conoceremos y sentiremos los efectos perniciosos de dicho acuerdo comercial.
Con el TLCAN, el campo será sepultado generando incalculables pérdidas para millones de futuros desempleados convertidos, en el mejor de los casos, en carne de migración, pero igualmente se afectará, con el tiro de gracia, a nuestra ya muy mermada cultura artística y del espectáculo, pues el TLCAN, también a partir del 1 de enero, abre el capítulo de la industria cultural y artística para dar entrada definitiva a los monopolios "culturales" del vecino imperialista, donde se privilegiará siempre la "cultura" chatarra y la ganancia económica, contra toda manifestación que busque privilegiar el pensamiento y la imaginación creadora, es decir, contra todo lo que pueda generar identidad, dignidad, soberanía y resistencia; curiosamente ese es el ramo: el del arte y la cultura, el que Canadá defendió como inamovible (pues decidió no permitir que la industria chatarra del espectáculo y el show mediocre, supliera su innegable desarrollo cultural, haciendo de ese país uno de los más habitables del planeta y, sin duda, uno de los más justos socialmente hablando, lo que es producto de una política que privilegia la imaginación y la creatividad artística en cualquier ramo de la cotidianidad de su vida política y de su desarrollo industrial), mientras Estados Unidos defendió su industria agrícola (subsidiada) y Salinas, usurpador también, "defendía" el petróleo hoy, cada día y desde la puerta de atrás, menos nuestro, dejando en absoluta desprotección, lo que Salinas, como usurpador que fue, sabía sucedería, pues su administración se dedicó a fomentar una política de impunidades que nos han llevado al atolladero ético en el que hoy nos encontramos convertidos, gracias a nuestros dos usurpadores lacayos y sus compinches intermedios, en una bananera república al servicio de los intereses yanquis.
Resulta difícil desearnos un feliz año 2008 que, desde hace tiempo, anuncia nubarrones que muy posiblemente se convertirán en temporales, con todo lo que implican...
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