Alfredo Jalife Rahme
Quien esto escribe profesa(ba) una profunda admiración por España (Felipe II, Ortega y Gasset, entre otros), así que no existe ninguna animadversión personal contra esa gran nación desfigurada por la degradante aznarización que la llevó a dos derroteros peligrosos para su estabilidad interna y externa: la adopción a ultranza del modelo neoliberal global, un genuino neocolonialismo y su sometimiento al militarismo anglosajón de la dupla Bush-Blair que desembocó en la catástrofe de Eurasia –y de la que no puede ser eximida la España rijosa del mendaz José María Aznar López, quien, incluso, se dio el lujo de pretender, mediante sus flagrantes intervenciones electoreras, operar “cambios de régimen” desde México (su apoyo delirante a Calderón y a Fox) hasta Venezuela.
La grandeza española radica en reactivar su prodigioso renacentismo humanista y posicionarse como un “puente civilizatorio” entre el sur europeo, Noráfrica, los países árabes y Latinoamérica.
El aznarismo, es decir, el fundamentalismo intervencionalista neoliberal fiscalista español para beneficiar al fracasado unilateralismo bushiano, constituye el suicidio de España, lo cual empieza a permearse con una de sus principales trasnacionales en América Latina, la prácticamente quebrada petrolera y gasera Repsol, que empieza a sufrir las consecuencias de la triple debacle neoliberal global (inminente derrumbe del inmobiliario español), el militarismo anglosajón y la resurrección geoenergética nacionalista, como habíamos vaticinado en Bajo la Lupa (Declive de las trasnacionales petroleras privadas, 27/5/07): ascenso de las empresas estatales y declive de las trasnacionales anglosajonas, ya no se diga de su excrecencia Repsol.
La serie de análisis del rotativo británico The Financial Times (19 y 21/12/07), portavoz del neoliberalismo global, sobre el “Plan de fuga de Repsol” pone el dedo en la llaga en su lamentable estado financiero, después de haber sido sacada a patadas de la parte estadunidense del Golfo de México (¡y hasta de Argelia!), quien ahora está siendo obligada a ceder sus activos en Sudamérica: “la retirada de Repsol de América Latina parece haber iniciado”.
El rotativo neoliberal británico revela la compra de 15 por ciento de sus activos por el financiero argentino-israelí Enrique Eskenazi, cercano amigo de la nueva presidenta Cristina Fernández, con opción de compra de otro 10 por ciento, sumados al 20 por ciento de oferta pública.
La quebrada Repsol se desprende de 45 por ciento de sus activos “en una región que se ha convertido turbulenta desde que invirtió 15 mil millones de dólares en 1999”. La fuga de Repsol es tan dramática que hasta se da el lujo de financiar la compra del mismo Eskenazi.
La restructuración es de pies a cabeza, no sólo se confina a Argentina, sino a toda Sudamérica, donde está a punto de “liberar” 12 mil millones de dólares en activos, es decir, la cuarta parte de su “capitalización de mercado” para invertir en áreas más “promisorias” (¡súper sic!), como el Golfo de México (¡súper sic!), Alaska y Angola. ¿Felipe Calderón pretende rescatar unilateralmente a Repsol de su quiebra financiera? Por cierto, Calderón no cuenta con un mandato claro ni ex profeso para rematar en ganga a Pemex en beneficio de las trasnacionales texanas y españolas. ¿Sabrá que Repsol ostenta uno de los “portafolios más endebles en producción y exploración, raquíticos márgenes de refinación y magros inventarios en proporción a sus competidores”? Peor aún: Goldman Sachs, el mayor banco de inversiones del mundo, reconoce que Repsol exhibe las “más bajas reservas probadas y probables”.
Se deduce que el remate de Pemex por parte del duopolio neoliberal panista-priísta es ideológico y carece de sustento financiero y económico, lo cual redunda en perjudicar a la nación mexicana.
Repsol siempre fue sobredimensionada desde su privatización amañada por Aznar López en España y por Carlos Menem en Argentina: su mediocridad es reflejo de su pequeñez regional que no cuenta con petróleo en su propio país: una empresa enana frente a los gigantes petroleros globales (las anglosajonas, las estatales de la OPEP y Rusia, y hasta Pemex). A este pigmeo energético los neoliberales “mexicanos” pretenden regalarle nuestra riqueza nacional. Mal en Venezuela, de malas en Argentina, peor en Bolivia y congraciada en México: así se pudiera resumir el fanatismo neoliberal del duopolio pirata del PAN y el PRI. Lo grave es que en Argentina y Bolivia, Repsol contaba con más de 50 por ciento de “sus” reservas “ajenas”. La ineptitud energética de España y su neocolonialismo a los antiguos países de América Latina, a quienes vendía espejitos por oro, es lastimoso: produce poco más de 30 mil barriles diarios (cifras de 2004), mientras consume más de 1.5 millones de barriles al día (MBD). Su importación de petróleo es de 1.7 MBD y su exportación es patética: 175 mil barriles. En materia gasera no exporta nada: su producción es de 51 millones de metros cúbicos frente a una importación de 31 mil millones de metros cúbicos (datos de 2005). De no ser por el irredentismo de Repsol, la orfandad energética de España sería trágica, digna de un ensayo de Unamuno.
Las importaciones energéticas de España para su consumo interno provienen en gran parte del norte de África, mientras en una clásica neopiratería explota los recursos energéticos de sus antiguas colonias a quienes ahora les vende espejismos (papel especulativo financiero) en lugar de espejitos. En la etapa aciaga de la desregulada globalización financiera neofeudal, que beneficia exclusivamente a una parasitaria y mediocre plutocracia, Repsol resultó ser la gran compañía española de gas y petróleo en América Latina, donde explota y vende sus recursos ajenos.
La España aznarista constituye una vulgar franquicia de la piratería financiera anglosajona y se ha consagrado de lleno a la especulación (v.gr. la banca y la inmobiliaria): cuenta domésticamente con acciones en inversión foránea directa con 435 mil millones de dólares, mientras sus inversiones foráneas directas en el extranjero (léase: su parasitaria banca y las prácticamente quebradas Santander y BBV) arrojan 509 mil millones de dólares. Sus raquíticas reservas de divisas y oro por 19 mil millones de dólares (¡74 veces menos que China!) delata su consustancialidad pirata.
Los apátridas neoliberales “mexicanos” nos quieren intoxicar en sus locales multimedia sovietizados con la genial “idea” de que México, una potencia petrolera y gasera, debe vender Pemex mediante la privatización clandestina a las trasnacionales texanas y españolas para favorecer los coyotajes triangulados de Reyes-Heroles y del Grupo Tuxpan, donde el castañedista embajador de México en EU, Sarukhán Casamitjana ni pinta, sólo recibe órdenes.
Los patos disparan a las escopetas: Pemex (ranking 40 de la revista Fortune 500 Global) remata sus activos para beneficiar a Repsol (raking 84). Lo más divertido es que una de las favorecidas compradoras trasnacionales, la española pirata y prácticamente quebrada Repsol, presuntamente conectada a los cuñados “incómodos” de Calderón, pertenece a un país que no tiene petróleo ni gas. Ahi luego nos las platican.
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