Michel Balivo
(A la fragancia de una flor se abren las demás)
En Venezuela estamos celebrando un añito de la democratización de Tves, una concesión de señal de TV que por 50 añotes fue privada, secuestrada a la expresividad popular como tantas otras cosas, pero que esta vez no se renovó.
Como resultado de ello, y de que la gran mayoría de los medios de comunicación siguen siendo privados y defendiendo los intereses de sus dueños, decidiendo que es lo que debe atraer nuestra atención y cuando, afloran nuevamente los debates sobre la libertad de expresión. Sea quien sea que decida lo que debe interesarnos, es sin duda un debate necesario.
Pero el interés, la intención de fondo, más que en los debates está puesta en inducir manifestaciones, en generar violencia alterando el orden. En todo caso como aquí decimos, deseos no preñan, no altera quien quiere sino quien puede. Y en este caso la pequeña diferencia es que pese a todos sus recursos y el ruido que aún pueden hacer, los impotentes esta vez son ellos.
Mi impresión es que el debate es aún muy superficial, muy puntual, muy reactivo, visceral. Y cuando no se mira calmadamente en estructura y profundidad, es como si las cosas del mundo se agigantaran y se te vinieran encima, o tú te empequeñecieras siendo tragado y arrastrado por los acontecimientos, y en consecuencia no se entiende nada.
Porque detrás de las ruidosas acciones por ejemplo, siempre están las intenciones humanas. En este caso las cercanas elecciones para gobernadores y alcaldes. Y detrás de todo lo que sea que se haga, el deseo de reapropiarse de las mayores reservas energéticas, del petróleo que mueve el mundo y que hasta hace diez años se llevaban regalado.
Lo mismo sucede con la libertad de expresión u opinión. ¿De qué nos ha servido hasta ahora en Latinoamérica y el Caribe la supuesta libre opinión? ¿Cuál puede ser su utilidad cuando la opinión es solo un co-relato del contemplar impotentes los hechos? ¿De qué puede servir opinar libremente cuando eso no tiene la menor relación, cuando está totalmente alienado de poder hacer algo respecto a los hechos que nos afectan?
¿De qué le sirve la libertad de opinar a alguien que se está muriendo de hambre? ¿Desarrollará opinando el tercer mundo subdesarrollado la tecnología y la infraestructura necesarias al desarrollo de su agro e industrias, imprescindibles a garantizar las necesidades y derechos humanos de su población?
Cuando la libertad de opinión está totalmente divorciada de la posibilidad de transformar las circunstancias dolorosas cotidianas, te puedes dar el lujo de ser totalmente liberal y permisivo. Por eso me pregunto si realmente vale la pena debatir tan superficialmente, una libertad ilusoria y devaluada desde el momento que no presta ninguna utilidad práctica. Un debate inducido y dirigido por los caminos de los intereses predominantes, que disponen de todos los medios formadores de opinión, decidiendo cómo, dónde, cuándo y qué se debate.
Por eso pienso que no solo hay bolsas especulativas de valores sino también de opiniones inoperantes, de opinadores sobre todo y todos, es decir, de chismosos. En eso se han venido convirtiendo nuestros políticos. ¿O cómo se le llama a los que no pudiendo hacer nada solo les queda disfrutar leyendo revistas de alta sociedad y hablar de todo lo que hacen los demás?
Tal vez en otras partes esto no se pueda apreciar con tanta claridad como en Venezuela, donde la revolución bolivariana con su voluntad de pagar la enorme deuda social dándole poder al pueblo en hechos concretos, ha dejado de repente sin los cuentos y promesas de cuarenta años a los obsoletos partidos políticos.
Ahora, faltos de calle y gente que solo podía esperar de sus promesas en cada instancia electoral, no les queda sino realizar culebrones, novelones en TV. Amenazando y asustando con los dramas que sobre la nación se ciernen a futuro, ya que nada pueden hacer en presente sino opinar hasta por los codos, mientras reclaman sobre la falta de libertad de opinión de la que abusan.
Entonces hacen reality show en los estudios con aire acondicionado de los canales o se reúnen en algún lujoso salón u hotel de moda, con sus mejores galas y cortes de pelo, y representando sus papeles actúan displicentemente para las cámaras, recitando sus líneas del guión dramático de turno. Se aplauden y felicitan, lloran y ríen entre ellos, esperando que aún predomine en la gente su herencia de reverencia a los altos personajes de la corte, o al menos su apego romántico a los novelones. Que no sean tomados por la moda revolucionaria.
Pero nada sucede abruptamente aunque así lo parezca a nuestra ignorancia. Simplemente la dirección de hechos concretos de la revolución, comenzando a darle a cada cual lo que se viene hablando por siglos y nadie hizo, lo que le corresponde como ser humano, como función de una sociedad tecnificada y productiva, magnifica y pone en evidencia al contrastarlo, el culebrón político global.
Mientras tanto las crecientes misiones revolucionarias que atienden a todas las necesidades y derechos de la población sin discriminaciones, así como todas las instituciones tienden a descentralizarse, a municipalizarse o comunizarse. (La Misión Gregorio Hernández, una de las más jóvenes, censa y atiende de inmediato a todos los minusválidos del país, impulsando y ayudándolos a desarrollar sus capacidades y participar activamente, incluyéndolos en nuestro hasta ahora muy limitado concepto de humanidad).
De ese modo en cada municipio comienzan a instalarse todas las entidades estatales, mesas comunales interministeriales que tienen por función ayudar con todos los recursos necesarios a resolver los problemas concretos cotidianos personales y colectivos, que las mismas comunidades van registrando y presentando como proyectos.
Del mismo modo los beneficiarios de las misiones y los miembros del PSUV comienzan a ser participantes activos en todas las tareas, como el combate contra el desabastecimiento de alimentos y la especulación con los precios por ejemplo. De ese modo se termina el abismo entre abstractas, mecánicas y burocráticas entidades del estado representativo y sus representados.
Se reconcilian en la dirección de acción los problemas cotidianos con la capacidad de dar respuestas, soluciones, que es la función de los representantes ejecutivos elegidos y derogables. Por lo tanto no hacen falta tantas ideologías ni opiniones para lo que ya está resuelto o en vías de hacerlo.
¿Para qué seguirse rompiendo la cabeza con ideologías, sin en lo concreto todo lo necesario se está produciendo y lo único que hace falta como se está demostrando, es la voluntad para comenzar a distribuirlo con mayor equidad ya? Una vez que tienes la voluntad de hacerlo, yo supongo que no faltará la creatividad para ir experimentando y corrigiendo en base a errores y aciertos los caminos más eficientes. Del mismo modo que hemos hecho todo hasta ahora.
Me preguntarán si es tan simple por qué hasta ahora no se hizo. Bueno, ¿vamos a empezar con opiniones y especulaciones otra vez? En lo concreto las cosas se hacen o no se hacen, y de nada sirven las explicaciones ni los culpables. Simplemente no habíamos desarrollado el conocimiento, la capacidad ni la voluntad necesaria y suficiente para realizarlo.
Cuando el número suficiente de gente para inclinar la balanza está decidida y en capacidad de hacer algo, no hay nada ni nadie que pueda desviarla ni detenerla por mucho tiempo. Ese es el proceso natural de aprendizaje, de irlo intentando en base a aciertos y errores hasta el logro. Entonces esa instancia queda atrás. ¿No sucede de ese modo cuando los adolescentes están ya en capacidad de abandonar sus nidos familiares?
Decía antes que nada sucede abruptamente ni por casualidad. Leyendo en estos días el excelente artículo “El hundimiento del centro del mundo” del amigo Jorge Beinstein, me enteré de que “por las carreteras de los productos mercantiles especulativos, circulan 12 veces el producto bruto mundial”. ¿Saben uds. de qué estamos hablando? Se crean burbujas inflacionarias, se negocian, se compran y venden, se especula con 11 partes de bienes inexistentes por la única existente.
De ese modo se mantiene con vida artificial, se financia con billetes sin valor, a un muerto que como el Cid Campeador hace ya mucho tiempo que cabalga embalsamado ante sus deslumbradas tropas. Seguimos viviendo una forma de vida que hace mucho tiempo es inviable y solo podía conducirnos como nos ha conducido, hacia el profundo desequilibrio del ecosistema del cual somos parte.
Pero una vez más, eso no sucede abruptamente. Eso estaba implícito en una concepción que creyó que podría eternizarse y sustituir el equilibrio cíclico de los procesos naturales que sustentan y hacen posible la vida, basándose en productos no renovables. ¿Cómo terminamos? Alterando ese delicado equilibrio, alimentado en lugar de estómagos tanques de metal.
Ahora se termina la energía residual a bajos costos, que mueve al mundo y nos permitió revolucionarnos económica y culturalmente. Y los tropismos históricos, las inercias acumuladas de nuestros hábitos y creencias, se desencadenan enloquecidas, histéricas, buscando asegurarse un rato más su modo de vida. Si lo quieren más claro échenle un poco de agua. Una reflexión extraída del comentario de Fidel Castro a las declaraciones del candidato Obama. ¿Puede EEUU hablar de utilizar sus dólares devaluados para liberar al oprimido pueblo cubano, cuando aún depende de sus esclavos indígenas, afrodescendientes, para realizar las tareas que les permiten mantener su pirámide de privilegiados? ¿Cuando la explotación de los pueblos y sus materias primas es lo que los mantiene en el subdesarrollo, obligándolos a emigrar para ofrecer carne fresca de cañón en el libre mercado?
De ese modo comienza a evidenciarse que la historia, los ciclos evolutivos de la vida, suceden en la dialéctica entre tropismos, inercias mecánicas y caeres en cuenta, saltos de conciencia. Este desenlace presente estaba a la vista desde el mismo principio, desde la misma concepción de este modelo económico. Pero tuvimos que recorrer todo un camino de experiencia y conocimiento para poder hacerlo evidente al estrellarnos con su desenlace final, que de todos modos estuvo siempre presente para quien estuviera en capacidad de verlo.
Por eso siempre digo que “ver es conciencia”. No son los ojos los que ven, sino la actividad de la conciencia que organiza la información de sentidos. La conciencia activa es la que permite organizar, ver, reconocer la realidad de nuevos modos.
Y solo viendo nuevas alternativas reconoces por contraste las viejas agotadas y puedes ejercer la libertad de elegir, que es la única libertad concreta. Sin alternativas para elegir, sin la capacidad de transformar una realidad limitada, agotada y sufriente, ¿de que libertad me hablan?
Para transformar esta realidad, para revolucionarnos necesitamos reconocer todo el modelo histórico completo, toda la estructura que colapsa y cuya poderosa inercia amenaza arrastrarnos. No podemos salir con ingenuidades de que a nosotros no nos afectará. El único modo de que no nos afecte es que visualicemos y comencemos a concretar un modelo diferente de vida y del mundo.
Y la solidaridad, la co-laboración entre seres humanos, sociedades, pueblos, y con la naturaleza, es parte esencial e imprescindible de ese nuevo modelo. Porque también estuvo siempre implícita en la estructura íntima, esencial de la vida. Mientras no podamos generar los ciclos naturales que hacen posible y sostienen la vida, no podemos soñar con prescindir de ellos sin decidir suicidarnos.
Desde esta visión global, estructural, hasta por interés y propia salvaguarda es evidente que no hay nada más sensato y práctico que colaborar. Porque los intereses y esfuerzos aislados solo conducen al resultado caótico y la inútil multiplicación del esfuerzo. Por otra parte y desde un interés moral, ético, emocional, es de suponer que si somos parte de la vida, en algún lugar de nosotros que hemos desoído bajo tanto ruido virtual, hemos de sentirnos parte de ella.
Y si no es así, si nos sentimos alienados, solos, hartos y asustados, podemos entonces sospechar que el motivo ha de tener que ver con que hemos desatendido y nos hemos insensibilizado, nos hemos vuelto tuertos y sordos a lo viviente. No es tan extraño que así sea, cuando hemos dado más valor a los objetos producidos que al productor, a poseer cosas más que a la vida misma, condición de toda otra posible actividad, de toda libertad de expresión.
Si hemos llegado a vivir en un mundo de espejismos y alucinaciones donde nos ofrecemos y negociamos con cosas inexistentes, entre ellas las promesas de felicidad, creo que queda demostrado que no vemos con los ojos sino con la mente, la conciencia, las intenciones. Por eso es posible que los sueños muchas veces sustituyan las experiencias y los hechos, y nuestras conclusiones resulten confusas y hasta absurdas.
Por eso es necesario que la actividad, el verbo de la vida, las funciones de los seres vivos, la conciencia, la expresividad, vuelvan a pasar del trasfondo en que las enterramos, (al encandilarnos, al deslumbrarnos con las cosas del mundo, que no son sino objetos que la conciencia, la mente humana organiza con la información de sus sentidos), a ser nuevamente prima dona del escenario.
Eso en sencillo quiere decir volver a liberar la expresividad, la solidaridad sin los frenos de la posesión, de la ambición, que no es sino una de las muchas caras del temor y la vitalidad difusa resultante de contraer la conciencia a tal punto. ¿No es absurdo y tragicómico que nos hayamos deslumbrado y deseado poseer los objetos, que no son sino organización de nuestra conciencia? Suena a burros persiguiendo zanahorias o a perros en pos de sus colas.
Para comprobar la función de nuestra conciencia en la organización de todo objeto del deseo, basta con alterar sus condiciones normales. Pueden alterarse físicamente, como con los métodos de tortura ahora legales. Por extremas condiciones de necesidad, como las alucinaciones del desierto por sed.
Pueden alterarse por cansancio, ausencia de energía, sueño. Pueden alterarse sus condiciones vigílicas habituales por accidente naturales o guerras. ¿Creen uds. que alguien en esas condiciones alteradas de conciencia, sentirá, pensará, deseará, recordará, imaginará los mismos objetos, concebirá la misma amplitud y brillo de imágenes del mundo y sus objetos?
No se puede “hacer conciencia”, no se puede “producir revolucionarios en serie”. Esas son capacidades de la vida, que desde la tibia oscuridad de su íntimo seno germina la semilla en flor. Lo único necesario entonces es quitar las fronteras represivas con que la intimidad se estrella y frustra, para que el ser humano pueda sentirse y comportarse como tal.
“Trata como deseas ser tratado”, resuena el principio de reciprocidad y equilibrio desde siempre. Es suficiente con hacer accesible lo necesario para que la vida descubra y desenvuelva sus capacidades, su exuberante riqueza, su creatividad. Si tratas a alguien con afecto, valoración y respeto, esa semilla florecerá en él a su debido tiempo, y de seguro también en ti. A la fragancia de una flor se van abriendo las demás.
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