lunes, junio 02, 2008

PEMEX

Ruby Betancourt Moguel

Los intentos de privatizar.

No cabe duda de que estamos viviendo una época muy problemática para el país. No sólo porque Vicente Fox y Felipe Calderón han gobernado muy desatinadamente, agravando la situación que ya se venía venir, sino que esta época tiene sus inicios con Miguel de la Madrid, que se ha continuado con Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo y se ha agudizado dramáticamente durante la gestión de Vicente Fox y lo que va de la administración de Felipe Calderón.
Las consecuencias del neoliberalismo van dejando en estado de indefensión a México al generar un crecimiento mínimo de la producción y del empleo, la concentración de riqueza cada vez más inaceptable al compararse con la situación de miseria que vive la mayoría de los mexicanos y el descenso del status de una parte importante de las clases medias.
No se puede creer que Salinas, después de haber vendido o regalado parte importante de los activos federales y de haber signado el Tratado de Libre Comercio de América del Norte que tantos dolores de cabeza nos ha estado dando, tenga la desvergüenza de atribuir en su reciente libro, la traición a la patria a Zedillo, que no fue más que un seguidor de la política neoliberal y que, lejos de constituirse en un apoyo a la economía nacional, ha resultado en una pérdida de soberanía, en un tremendo desempleo y en una dependencia cada vez mayor de Estados Unidos
Al asumir la presidencia Felipe Calderón, algunos tuvimos la esperanza de que después de la fatídica gestión de Fox no podría venir otra peor. Fox fue un presidente corrupto, imprudente y exhibicionista junto con su esposa, la nefasta Martha Sahagún. Felipe Calderón no se ha exhibido de la misma manera pero sus lineamientos de política han profundizado las consecuencias fatales del neoliberalismo y han llegado a pretender la desnacionalización del petróleo, el paradigma de nuestra mexicanidad.
A mi juicio hay varios aspectos dignos de analizar, en razón de la situación actual en México. Uno de ellos, que destaca por lo que significa para México, es precisamente la cuestión del petróleo. La iniciativa de Ley presentada por Calderón fue a todas luces inaceptable, sobre todo porque PEMEX prácticamente se mantenía en calidad de recaudador de impuestos, mismos que han sido asignados al gasto público, pero sobre todo, al gasto corriente. Afortunadamente los debates que se están llevando a cabo en el Senado de la República y en los cuales participan personas altamente calificadas por su conocimiento de los distintos ángulos de la producción y de todo el proceso petrolero, nos han permitido conocer la opinión fundamentada de los conocedores. Una cosa ha quedado muy en claro y esto es que la mayoría de los participantes no aceptan la participación del capital privado y menos si es transnacional,. Digo fundamentada porque los ponentes han opinado desde el ángulo jurídico y técnico hasta el político, pasando por el económico y aún faltan muchas mesas de análisis y propuestas en la materia, pero hasta ahora predomina el rechazo.
No es fácil alcanzar una ley perfecta. Por cierto la iniciativa ha pretendido abarcar una política energética, pero en la discusión se ha prestado atención casi exclusivamente a la cuestión del petróleo. Si nos ponemos en un plan simplista y consideramos a PEMEX como una empresa cualquiera, lo que salta a la vista es que todas las utilidades en vez de ser reinvertidas y utilizadas para la modernización de la planta y para la erección de las refinerías, se van en impuestos porque así lo estipula la legislación y lo requieren las necesidades de un régimen fiscal obsoleto. De allí que no se pueda poner a PEMEX sobre sus patas. Hace falta una política hacendaria que se base en la tributación normal de los causantes y que no canalice hacia Hacienda lo que debería destinarse a una modernización y ampliación de la empresa. Es absurdo, es una aberración, que gran parte del petróleo extraído se destine a la importación para que luego tengamos que importar las gasolinas que podrían producirse si tuviéramos una planta refinadora que la produjera. Es verdad que los niveles de tributación de los causantes, no lo permitirían, pero esto pone de relevancia la necesidad de una política hacendaria que evite la evasión de impuestos y que amplíe su base tributaria, lo que deberá ser amplia y profundamente discutido.
Esto es una humilde opinión que contrasta con las de los expertos que han opinado y que aún opinarán en la consulta sobre el petróleo que aún tiene mucho más qué aportar. Pero creo que la confesión de que los excedentes petroleros, que han sido muy elevados en virtud del aumento de los precios internacionales del petróleo, se han destinado a pagar importaciones de gasolina, nos evidencia la inoperancia del manejo del petróleo y sus derivados.

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