John Saxe-Fernández
Según Jan Hatzius, de Goldman Sachs, las consecuencias macroeconómicas de la crisis hipotecaria “podrían ser bastante dramáticas”. Pocas horas después, John Stumpf, CEO de Wells Fargo, advirtió que la situación del mercado de bienes raíces “es la peor desde la Gran Depresión”. Hay riesgos de orden mayor: además de “hipotecaria”, la crisis es bancaria, bursátil, de liquidez y, en el fondo, de hegemonía. En el aparato productivo su impacto es extenso: al contraerse la inversión en bienes raíces se afecta a la industria de la construcción, gran generadora de empleo, vinculada con otras actividades: cemento, acero, vidrio, plásticos, etcétera. Por el impacto tan amplio del sector vivienda, el “contagio” de la crisis es asunto potencialmente grave, dentro y fuera de EU: incrementos mayores del desempleo conllevan más oleadas antinmigrantes, racismo y represión contra nuestra población. Y las disminuciones en los volúmenes de importaciones afectan la relación de EU con Asia y de manera especial con México: la asimetría estructural con EU es notoria: 90 por ciento de nuestras exportaciones van al otro lado del río Bravo mientras sólo 15 por ciento de las suyas se destinan a México.
La crisis hipotecaria no es pasajera y sin impacto sociopolítico. Jeff Faux advierte que esta situación difiere del desplome que se dio en el mercado accionario, que no afectó a las familias “porque tenían pocas o ninguna acción”. Pero ahora “el precio de la vivienda en picada sería un desastre prolongado”, como ocurrió en Japón desde 1991 (Global Class War, New York, John Wiley, 2006, p. 198. De próxima publicación por la UACM).
Ya se registran quiebras bancarias y en fondos especializados en la industria de la construcción. De interrumpirse la cadena de pagos la situación sería explosiva en un escenario macroeconómico deteriorado por el costo de la petro-ocupación de Irak y Afganistán, entre otros desatinos de Bush: sus déficit fiscal y de cuenta corriente crecen sin control y como en 1975 hay riesgos de inflación con estancamiento (estagflación). Según Hatzius, un cálculo “conservador” de las pérdidas de los inversionistas –unos 200 mil millones de dólares– se traducirían en recortes en la inversión por 2 billones (trillions) de dólares. Es decir, más desempleo, rebajas en las tasas de interés y mayor déficit comercial. Y con ello un deterioro todavía mayor del dólar, con fuertes pérdidas para inversionistas y tenedores de la divisa.
Estudios del Instituto Levy, citados por Faux, indican que en 2008, “para evitar que el desempleo siga, el gobierno tendría que aumentar de manera sustancial su gasto deficitario por encima de su déficit federal proyectado en 2.3 billones de dólares para la década”, lo que “mandaría volando la deuda externa e interna a 100 por ciento del PIB, y después vendría más”. Y a mayor inyección de liquidez, mayor “estagflación”.
El contexto difiere del de 1975, ya que desde entonces ocurrió un cambio profundo en la estructura de poder del aparato monetario internacional. El dólar no tiene más el monopolio como divisa de reserva: existen otras opciones sostenidas por políticas macroeconómicas que inversionistas y bancos centrales consideran más “responsables”, de cara al desorbitado gasto de “seguridad” de EU, estimado en un billón de dólares en 2007. Para gobiernos e inversionistas los títulos en dólares no son confiables y mantener sus monedas atadas al dólar resulta una operación riesgosa. En noviembre el desplome que registró el dólar se debió tanto a la crisis hipotecaria como a las declaraciones de un funcionario chino de que su país “tiene un plan bien definido” para diversificar sus reservas monetarias. (China tiene reservas cercanas al billón de dólares.)
La diversificación monetaria y de portafolios se generaliza: en India la caída del dólar ante la rupia llegó a los tabloides: publicaron que la súper modelo Gisele Bündchen no acepta dólares como pago a sus servicios. Mientras para ingresar a museos y monumentos como el Taj Majal, el ministerio de cultura dejó de obligar a los turistas a pagar en dólares. Ahora se usa la rupia, más estable. Los ingresos de Bündche o los del ministerio de cultura son ínfimos comparados con los de los jeques de la OPEP, quienes en la última cumbre rehusaron dejar constancia de “preocupación” por el desplome del dólar, como sugirieron Irán y Venezuela. Eso sí, diversifican “poco a poco” sus portafolios y reservas monetarias: desde mayo Kuwait “desató” su moneda del dólar. Igual plantean los Emiratos Árabes Unidos (EAU): una desvinculación gradual por medio de una canasta de monedas. El Consejo de Cooperación del Golfo, que incluye a Kuwait, los EAU, Arabia Saudita, Qatar, Bahrein y Omán, tratará el asunto en diciembre.
La crisis hipotecaria es síntoma de agravamiento de una crisis histórica: si Vietnam fue un fracaso táctico, Irak es un desastre tanto estratégico-militar como “monetario” y “fiscal”: el Pentágono debilita, no apuntala al dólar. Es la crisis de la pax americana: momento de incertidumbre, de oportunidad y de gran riesgo a la paz mundial.
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