Gerardo Fernández Casanova
De la cohesión social a la colisión del monarca
La recién celebrada XVII Cumbre Iberoamericana se convirtió, sin que ese fuese su destino original, en una clara expresión de la realidad imperante en el espacio de habla hispana y portuguesa.
Convocada para buscar compromisos tendientes a la procuración de la cohesión social, como si de un mundo igualitario se tratara, sólo evidenció la persistencia de la desigualdad y, en consecuencia, de la lucha de clases. Pocas cosas pueden ser más insustanciales que la pretensión de buscar, desde el lado de los poderosos, la armonía entre explotadores y explotados; los primeros se aferran en mantener su privilegio y los segundos, con igual o mayor terquedad, luchan por superar su condición. De la misma manera sucede entre las naciones, entre las que pretenden dominar y las supuestamente dominadas. El intento de cohesión se sigue quedando en colisión.
La Cumbre Iberoamericana, que en un principio pudo aspirar a construir un polo de identidad y poder ante el mundo, devino en escenario de la pretensión del Reino de España por recuperar el viejo estatus imperial, ya muy adelantado por sus empresas transnacionales, aprovechando la venalidad de algunos gobiernos, el espurio mexicano entre ellos, ávidos de entregarse al mejor postor. Ya en estas páginas se ha comentado la forma insolente con que los empresarios españoles vienen a exigir acciones de gobierno favorables a sus intereses, incluso a intervenir en la política interior (ver DE HINOJOS 18/06/07).
El muy afortunado incidente protagonizado por el anacrónico monarca español, tal vez más molesto por la interrupción de una sabrosa pestañita, que por la intervención de Chávez, pinta a todo color lo antes dicho; "¿por qué no te callas?", espetó, señalando con flamígero índice al Jefe del Estado venezolano y montado en cólera. Su alteza serenísima perdió la serenidad. Digo que fue un muy afortunado incidente, porque desbarató la maraña diplomática de la palabrería inútil y sacó a flote la realidad: contra las aspiraciones imperiales, en América Latina hay gobernantes que responden por la soberanía de sus estados y la exigencia de sus pueblos, que no están dispuestos a seguir siendo sometidos por imperio alguno, sea el yanqui o el renovado español.
Antes del incidente ya había llovido en la milpa española. Kirschner, Evo y Correa, presidentes de Argentina, Bolivia y Ecuador, habían protestado por la actitud chantajista de las empresas españolas y por la protección que reciben de su gobierno. Rodríguez Zapatero, que a nombre de los obreros socialistas españoles defiende a sus patrones, había defendido la visión histórica eurocentrista, negando el efecto nocivo de las intervenciones extranjeras en la región e insistiendo en la receta neoliberal. Pero Hugo Chávez tocó en blandito, rechazó la receta zapatera y protestó por la actitud intervencionista de Aznar, en una especie de te lo digo Juan para que me lo oigas Pedro, llamándolo fascista por el apoyo brindado al golpe de estado de 2002, que lo tuvo preso durante 48 horas. Ante tal acoso reaccionó Zapatero exigiendo respeto para su antecesor, puesto que había sido elegido por los españoles, lo cual podría interpretarse como que el pueblo español otorga a sus gobernantes patente para atropellar. Lo importante del caso es que Chávez ni respetó ni se calló y, por su voz, nos expresamos millones, los millones que no aceptamos ser colonia de nadie; los que ya optamos por un modelo alternativo de desarrollo sustentado en el pueblo y para beneficio del pueblo.
Vistas así las cosas, carece de sentido continuar con la instancia de las cumbres iberoamericanas. Que España se quede con su eurocentrismo imperial, que los indoafrolatinoamericanos seguiremos construyendo nuestros propios modelos.
Menos mal que Calderón decidió no asistir. Menudo conflicto se le hubiese presentado. Por un lado, ya había hecho honor a su segundo apellido, postrándose de hinojos y sirviendo de tapete a Zapatero y sus patrones empresariales, y por el otro, hace esfuerzos para recomponer la relación con Venezuela. Con seguridad que le importan más los denarios que la dignidad; tal vez se hubiese enfrentado nuevamente con el peligroso tigre del Arauca Vibrador.
Más inteligente que su antecesor (que no es mucho decir, por cierto) optó por capitalizar la tragedia de Tabasco y posar para las cámaras de la TV en condición de rescatista. Bastante bronca tiene por la culpabilidad oficial en el siniestro. Había que tender un manto de filantropía y de spots para tratar de desactivar el justo encabronamiento de los tabasqueños. No lo va a lograr. El agravio es mayúsculo.
Mientras todo esto ocurre, nos alistamos para asistir a la III Asamblea de la Convención Nacional Democrática, con AMLO, el próximo domingo. La lucha sigue. Ahí nos vemos.
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