Los muertos
No perdamos nada de nuestro tiempo;
quizá los hubo más bellos, pero este es el nuestro.
-Jean Paul Sartre-
quizá los hubo más bellos, pero este es el nuestro.
-Jean Paul Sartre-
El movimiento estudiantil del 68 nos dejó una huella muy profunda a todos los que formamos parte de esa época. Pero en mi caso tiene una singularidad: mi padre intervino en el conflicto por parte de las Fuerzas Armadas. La noche del 2 de octubre, el entonces coronel Javier Vázquez Félix fue el responsable de recoger los cadáveres de la Plaza de Tlatelolco.
Inicié mis actividades académicas en la Preparatoria número 4 de la UNAM. Curiosamente, la generación 1965 se encontraba plagada de juniors, cuyos padres tenían que ver en el conflicto como integrantes del gabinete del presidente Gustavo Díaz Ordaz.
Era el caso de María Esther y Álvaro Echeverría, hijos del entonces secretario de Gobernación, Luis Echeverría Álvarez. También, el de Rosy Corona del Rosal, hija de quien entonces era el jefe del Departamento del Distrito Federal, el general Alfonso Corona del Rosal.
También estuvieron mis amigos Ernesto y Absalón Castellanos, hijos del general Absalón Castellanos Domínguez y con quienes nos encontramos en algunas manifestaciones.
Lo mismo el expresidente del IFE José Woldenberg, y el actual Rector de la UNAM, el doctor José Narro Robles, con quien pertenecí a la gloriosa generación 68 de la Facultad de Medicina de nuestra alma mater. Como otros, yo era un estudiante cuyo padre tomó parte en los acontecimientos de hace 40 años por motivos de su actividad castrense.
No pretendo juzgar, ni estoy capacitado para hacerlo, pero considero que el movimiento estudiantil del 68 fue genuino. En lo personal, acudí a varias manifestaciones y sentí la devoción y la entrega de mis compañeros por hacer sentir y que se escucharan sus demandas.
Jean Paul Sartre, el intelectual del compromiso eterno, representa como nadie el concepto del 68. Su obsesión por el análisis de la concepción de la persona a partir de la libertad lo acompañaría toda su vida y lo llevaría incluso a adquirir compromisos de resistencia muy por encima de sus frágiles condiciones físicas.
En aquella época apenas se escuchaba a los jóvenes. El espíritu rebelde en la juventud de los años sesenta nació cuando por vez primera empezamos a preguntar. De esa manera, adquirimos una identidad, resultado de una frustración ante la respuesta sorda de los adultos.
El factor importante que desencadenó la masacre de Tlatelolco fue el compromiso del gobierno de Díaz Ordaz con el Comité Olímpico Internacional, pues el organismo amenazó con cancelar las competencias. Recordemos que la mayoría de los atletas estaban ya alojados en la Villa Olímpica y se temía por su seguridad. Todos los ojos del mundo observaban a México.
Según reportes de inteligencia proporcionados por la Dirección Federal de Seguridad, manejada por Fernando Gutiérrez Barrios, las instalaciones olímpicas y el estadio de Ciudad Universitaria serían ocupadas por el movimiento estudiantil. Se optó por la táctica de Nicolás Maquiavelo, que finalmente le resultó al gobierno de Díaz Ordaz, con el beneplácito de la CIA.
Recordemos que estaba en su esplendor la Guerra Fría y tanto el gobierno como los estadunidenses consideraban que el movimiento estudiantil estaba orquestado por fuerzas ajenas al país.
Al final de la masacre, mi padre fue asignado por el general Marcelino García Barragán, secretario de la Defensa Nacional, para que efectuara el levantamiento de los cadáveres. De la Plaza de las Tres Culturas fueron trasladados al Servicio Médico Forense y a la Cruz Verde.
Existen cifras que varían respecto al número de muertos en la plaza. Van desde cientos hasta miles. No soy la persona indicada para dar una cifra, ya que no estuve ahí. Pero el número de muertos en la plaza de Tlatelolco fue de 44. No pretendo justificarlo, pero a través de los años invitaba a mi padre esclarecerme la cifra y siempre me aseguró que no mintió.
Resultado de sus conceptos de formación, es muy difícil que los militares cambien su ideología y su principio de lealtad a la patria.
El movimiento estudiantil del 68 no fue un símbolo marchito ni una derrota. Gestó una transición a la democracia y un triunfo legado a las nuevas generaciones de jóvenes, que ahora ya no tienen que esconderse para alzar la voz y exigir que sus demandas sean atendidas.
Lo que sí juzgo es que muchos políticos actuales se sienten abanderados por el movimiento estudiantil del 68 sin cumplir con las expectativas que México exige. l
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* Médico cirujano de la UNAM, hijo del general Javier Vázquez Félix, quien fue indiciado por la desaparecida Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado por la matanza del 2 de octubre del 68. El Poder Judicial exoneró al militar al considerar prescrito el delito de genocidio.
(Más información sobre el 68 en la sección de Cultura)
Inicié mis actividades académicas en la Preparatoria número 4 de la UNAM. Curiosamente, la generación 1965 se encontraba plagada de juniors, cuyos padres tenían que ver en el conflicto como integrantes del gabinete del presidente Gustavo Díaz Ordaz.
Era el caso de María Esther y Álvaro Echeverría, hijos del entonces secretario de Gobernación, Luis Echeverría Álvarez. También, el de Rosy Corona del Rosal, hija de quien entonces era el jefe del Departamento del Distrito Federal, el general Alfonso Corona del Rosal.
También estuvieron mis amigos Ernesto y Absalón Castellanos, hijos del general Absalón Castellanos Domínguez y con quienes nos encontramos en algunas manifestaciones.
Lo mismo el expresidente del IFE José Woldenberg, y el actual Rector de la UNAM, el doctor José Narro Robles, con quien pertenecí a la gloriosa generación 68 de la Facultad de Medicina de nuestra alma mater. Como otros, yo era un estudiante cuyo padre tomó parte en los acontecimientos de hace 40 años por motivos de su actividad castrense.
No pretendo juzgar, ni estoy capacitado para hacerlo, pero considero que el movimiento estudiantil del 68 fue genuino. En lo personal, acudí a varias manifestaciones y sentí la devoción y la entrega de mis compañeros por hacer sentir y que se escucharan sus demandas.
Jean Paul Sartre, el intelectual del compromiso eterno, representa como nadie el concepto del 68. Su obsesión por el análisis de la concepción de la persona a partir de la libertad lo acompañaría toda su vida y lo llevaría incluso a adquirir compromisos de resistencia muy por encima de sus frágiles condiciones físicas.
En aquella época apenas se escuchaba a los jóvenes. El espíritu rebelde en la juventud de los años sesenta nació cuando por vez primera empezamos a preguntar. De esa manera, adquirimos una identidad, resultado de una frustración ante la respuesta sorda de los adultos.
El factor importante que desencadenó la masacre de Tlatelolco fue el compromiso del gobierno de Díaz Ordaz con el Comité Olímpico Internacional, pues el organismo amenazó con cancelar las competencias. Recordemos que la mayoría de los atletas estaban ya alojados en la Villa Olímpica y se temía por su seguridad. Todos los ojos del mundo observaban a México.
Según reportes de inteligencia proporcionados por la Dirección Federal de Seguridad, manejada por Fernando Gutiérrez Barrios, las instalaciones olímpicas y el estadio de Ciudad Universitaria serían ocupadas por el movimiento estudiantil. Se optó por la táctica de Nicolás Maquiavelo, que finalmente le resultó al gobierno de Díaz Ordaz, con el beneplácito de la CIA.
Recordemos que estaba en su esplendor la Guerra Fría y tanto el gobierno como los estadunidenses consideraban que el movimiento estudiantil estaba orquestado por fuerzas ajenas al país.
Al final de la masacre, mi padre fue asignado por el general Marcelino García Barragán, secretario de la Defensa Nacional, para que efectuara el levantamiento de los cadáveres. De la Plaza de las Tres Culturas fueron trasladados al Servicio Médico Forense y a la Cruz Verde.
Existen cifras que varían respecto al número de muertos en la plaza. Van desde cientos hasta miles. No soy la persona indicada para dar una cifra, ya que no estuve ahí. Pero el número de muertos en la plaza de Tlatelolco fue de 44. No pretendo justificarlo, pero a través de los años invitaba a mi padre esclarecerme la cifra y siempre me aseguró que no mintió.
Resultado de sus conceptos de formación, es muy difícil que los militares cambien su ideología y su principio de lealtad a la patria.
El movimiento estudiantil del 68 no fue un símbolo marchito ni una derrota. Gestó una transición a la democracia y un triunfo legado a las nuevas generaciones de jóvenes, que ahora ya no tienen que esconderse para alzar la voz y exigir que sus demandas sean atendidas.
Lo que sí juzgo es que muchos políticos actuales se sienten abanderados por el movimiento estudiantil del 68 sin cumplir con las expectativas que México exige. l
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* Médico cirujano de la UNAM, hijo del general Javier Vázquez Félix, quien fue indiciado por la desaparecida Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado por la matanza del 2 de octubre del 68. El Poder Judicial exoneró al militar al considerar prescrito el delito de genocidio.
(Más información sobre el 68 en la sección de Cultura)
1 comentario:
fELICITO AL DR, VAZQUEZ PACHECO,POR SU ARICULO,YA QUE EL LO MAS VERIDICO Y LOGICO QUE HE LEIDO A TRAVEZ DE LOS AÑOS ACERCA DEL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL DEL 68 GRACIAS.
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