Víctor Flores Olea
Lo que resultó extraño en la conversación Obama-Calderón es que el primero felicitó al segundo por su “liderazgo en la economía mexicana y su valentía por la lucha antinarco y en contra de la violencia propiciada por el crimen organizado”. Y también respecto a su “liderazgo en la promoción extraordinaria de energías alternativas”.
No hay duda que los presidentes tienen información privilegiada porque la percepción de Obama sobre esos “liderazgos” que le atribuye a Calderón son prácticamente desconocidos en México. Sí, la lucha antinarco cuyos resultados son cada vez más desastrosos y evidencian que largas filas de “servidores” del Estado mexicano, en las policías, en el ejército, en la administración de justicia, se han puesto al servicio precisamente de los narcos, desde luego gracias a los “cañonazos” muchas veces millonarios en dólares y por las implacables amenazas: “plata o plomo” como han dicho los colombianos.
Se entiende en reuniones como ésta el necesario protocolo unido a frases huecas, pero inevitablemente los mexicanos de a pie vemos el panorama de muy distinta manera: un grave debilitamiento del Estado y desde luego un peligroso fortalecimiento del ejército, al que se le abrieron las puertas y que ni tardo ni perezoso ha tomado buena parte de la dirección política del país, poniendo condiciones y determinando nuestro presente y futuro.
Tal vez hubiera sido más útil que Calderón le preguntara a Obama por qué en el país consumidor de drogas más grande del mundo, prácticamente jamás se detiene a un narcotraficante y mucho menos a capos realmente significativos. Calderón, si el otro se hubiera confesado, lo cual resultaba improbable, hubiera escuchado cómo en Estados Unidos la cuestión de las drogas se ha “resuelto” a través de un gran acuerdo con las “familias” de los narcos que controlan territorialmente zonas asignadas y acordadas previamente con distintas esferas del gobierno, con el compromiso de no violentar tales acuerdos. Así, en el país pragmático por excelencia va casi todo en paz (a diferencia de las tremendas batallas entre gangsters de los años 30, que ahora vivimos nosotros) y el dinero sigue fluyendo de manera multibillonaria del cual se benefician no únicamente los distribuidores de drogas sino los innumerables funcionarios públicos que están en el arreglo, a todos los niveles y en todos los territorios.
No digo que tal sea la solución ideal sino simplemente observo que un país que coloca la “moral” como principio en muchas de sus actitudes, prefirió el pragmatismo del acuerdo a una batalla prácticamente imposible de ganar, y que sólo sirve para el debilitamiento del Estado. Por supuesto la legalización de la droga resulta utópica, en primer término porque deja demasiado dinero a diestra y siniestra y en tiempos de este capitalismo salvaje nadie, en ningún lado, está dispuesto a renunciar a esas fenomenales ganancias.
Otra cuestión extraña que surgió en la reunión fue lo que pareció, por parte de Obama, el reconocimiento en Calderón de una suerte de “vocería” latinoamericana que, por supuesto, no existe. Las cosas como son: con la firma del TLC México decidió sumarse a la parte Norte del hemisferio y abandonar, o adelgazar lo más posible, su pertenencia latinoamericana. Así lo hicieron Salinas, Zedillo y, hasta lo grotesco, Vicente Fox. La consecuencia es que los latinoamericanos del Sur nos han dejado de ver en muchos sentidos como tales y ya pertenecientes a otro planeta, el del Norte, el del TLC con Estados Unidos y Canadá. Sin hablar del liderazgo perdido que un día pudo sustentar México.
Por supuesto Calderón no ha cambiado un ápice a esa percepción, aunque es justo decir que ha llevado a cabo esfuerzos diplomáticos no despreciables para iniciar la reconstrucción de los desechos de la relación con Cuba que le dejó Fox.
Lo hemos dicho en otras entregas: resulta lamentable que México se haya alejado de América Latina precisamente cuando nuestro hemisferio Sur se significa como un conjunto de países que buscan rutas alternativas al capitalismo salvaje del neoliberalismo, cuyos efectos devastadores sufre hoy el mundo entero.
¿Barak Obama y América Latina? Aun cuando reconoció en su entrevista con Calderón las “tensiones” entre su país y Latinoamérica, y se declaró listo a “darle vuelta a la hoja” de esa historia, resultó decepcionante la comparecencia de quien será la Secretaria de Estado, Hillary Clinton. Es verdad que en su campaña Barak Obama no se había pronunciado claramente sobre el asunto, pero ahora Hillary fue tajante: no se revisará el bloqueo económico de más de 50 años a Cuba, no obstante que esa política desaforada se considera en el mundo entero uno de los fracasos internacionales más grandes de la historia de Estados Unidos.
Hillary Clinton utilizó en su comparecencia, sobre todo respecto a América Latina, una retórica, esa sí pasada de moda, a pesar de que dijo que Chávez y Evo Morales sostienen políticas envejecidas. Francamente, después de la campaña de Barak Obama que dio lugar a esperanzas, desde nuestro ángulo sería difícil encontrar ahora hacia nosotros algo más que el conocido pragmatismo de Estados Unidos, en el que sólo cuentan sus intereses.
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